Apuntes sobre el estándar del Río de la Plata Notes on the Río de la Plata standard
Abstract
Within the theoretical framework inspired by Coserian functionalism, this article aims to show, for the case of Rioplatense Spanish, that varieties constitute a continuum within regional, representational and historical spaces, and this crossover must be described in order to understand the functioning of this variety as a regional standard. The article focuses on the analysis of Rioplatense to illustrate the methodological productivity entailed in understanding the concepts of ‘reference standard’ and ‘empirical standard’ as mobile and diffuse categories. For this purpose, the paper shows some characteristics of the constitution of the rioplatense standard which, although it has the characteristics of a non-dominant variety, has great projection at the national level and even in the Spanish regional space. In order to highlight the intervening variables, firstly the article provides a brief context of speakers' attitudes towards the variety, and later presents four current cases in which the Rioplatense linguistic standard is tensioned by a cluster of factors: the transfer of the Spanish proficiency exam CELU from an Argentine public institution to a private peninsular agency; the attention to the Real Academia Española in the Argentine national linguistic legislation; the differentiated processes of linguistic identification that Argentine speakers manifest before the Spanish of dubbing; and, finally, the management of the relationship between speakers and normative in environments crossed by the new technologies of the written word.
Keywords
Rioplatense variety, Pluricentric regulation of Spanish, Linguistic attitudes, Spanish proficiency tests.
Energeia IX (2024), 91-127 ISSN 1869-4233
Resumen
En el marco de la lingüística de las variedades de corte alemán inspirada en el funcionalismo coseriano, este artículo se propone mostrar, para el caso de la variedad rioplatense, que las variedades constituyen un continuo dentro de espacios regionales, representacionales e históricos y es ese cruce que debe ser descripto para dar cuenta del funcionamiento de esta variedad como estándar regional. El artículo hace foco en esta variedad como ejemplo de la productividad metodológica que conlleva entender los conceptos de ‘estándar de referencia’ y ‘estándar empírico’ como categorías móviles y difusas. Con este propósito, el trabajo muestra algunas particularidades en la constitución del estándar rioplatense que, si bien reviste características de variedad no-dominante, tiene gran proyección en el nivel nacional e incluso en el espacio regional del español. Para poner en evidencia las variables intervinientes, expone, en primer lugar, un breve contexto de las actitudes de los hablantes hacia la variedad, y luego presenta cuatro casos actuales en los que el vínculo entre el estándar lingüístico rioplatense se encuentra tensionado en un haz de factores: el traspaso del examen de proficiencia en español CELU desde una institución pública argentina hacia una agencia privada peninsular; la atención a la Real Academia Española en la legislación lingüística nacional argentina; los procesos diferenciados de identificación lingüística que manifiestan los hablantes argentinos ante el español del doblaje; y, por último, la gestión del vínculo entre hablantes y normativa en entornos atravesados por las nuevas tecnologías de la palabra escrita.
Palabras clave
Variedad rioplatense, regulación pluricéntrica del español, actitudes lingüísticas, exámenes de proficiencia en español.
Introducción
Como se ha mostrado en cantidad de investigaciones de los últimos decenios, los operadores más salientes de la regulación del español suscriben programáticamente al modelo normativo pluricéntrico como uno de los pilares del proyecto de área idiomática llamado panhispanismo (Amorós/Moser 2019, Arnoux 2008, Arnoux/Del Valle 2010, Del Valle 2011, Del Valle/Stheeman 2004, Fanjul 2011, Hamel 2004, Lagares 2018, Lara
2015, Paffey 2012, Rizzo 2016 y 2020, Senz Bueno/Alberte 2011). Es preciso, no obstante, ajustar los términos, tal como ha puntualizado Méndez García de Paredes (2010):
“panhispánico y pluricéntrico no son conceptos intercambiables” y postular un espíritu panhispánico no significa necesariamente, señala, reconocer el carácter policéntrico del español “ni considerar en pie de igualdad el estatus de los usos lingüísticos empleados” (2010: 231). De acuerdo con este distingo, el actual lema académico “unidad en la diversidad” se correspondería con la política de área llamada panhispánica, mientras que una política normativa verdaderamente pluricéntrica respondería al lema con los términos invertidos: diversidad en la unidad.
Hasta el momento, en las investigaciones relativas a los estándares se advierten dos tendencias complementarias. Por una parte, los enfoques que privilegian la atención a su carácter prescriptivo en el sentido de que es una variedad deseada (Sztrum 1993) y gestionada en función de una necesidad (de una política), equipada con alguna forma de codificación, controlada y agenciada de manera abierta o subrepticia por algún organismo. Complementariamente, otras investigaciones hacen foco en las actitudes, apropiaciones y reelaboraciones que gestionan los hablantes hacia determinados estándares y/o hacia las prácticas normativas asociadas. Esta segunda tendencia permite identificar y describir el funcionamiento de estándares empíricos, que no están codificados e incluso, como se verá para el caso rioplatense, pueden no estar dotados de prestigio.
Clara Keating (2022), en su análisis a propósito del espacio académico portugués, desde la perspectiva de los estudios decoloniales, subraya el distingo entre los conceptos (que entiende como sociolingüísticos) “lengua pluricéntrica” y “espacio policéntrico”1 enfatizando los distintos supuestos que cada uno entraña respecto de la diversidad lingüística. Se detiene en el hecho de que los enfoques pluricéntricos consideran las variedades lingüísticas como sistemas estables, autónomos y con límites discretos. Sugiere, en cambio, acercarse a los estándares desde un “espacio policéntrico”, que caracteriza como un sistema de recursos y prácticas normativas ordenadas detrás de agentes de poder con los que los hablantes, siempre desde una posición histórica y social, interactúan de manera más o menos crítica, más o menos consciente:
A polycentric understanding of linguistic diversity points at the socially ordered dynamics of language as sets of resources and practices being deployed and associated with two or more centralizing forces in a given communicative situation or place (Li & Juffermans 2014).
1 Blommaert (2010) entiende que el término “policentrismo” no es descriptivo, sino interpretativo, en el sentido de que comporta estructuras sociales de poder. Estas estructuras, reflejadas en “órdenes de indexicalidad” (Blommaert 2010: 41), transforman las diferencias lingüísticas, sociales y culturales en desigualdad.
Polycentricity calls attention to the normative discursive-pragmatic dynamics as language varieties are negotiated, forged, and colluded in activities where more than one interactional regime—i.e., a set of expectations regarding language and communicative behavior—happen to exist in the same here and now. It thus highlights the dynamics of agency, power, and inequality at play in the use of language (Keating 2022: 49).
Desde fines del siglo XIX y hasta el momento, la variedad rioplatense fue objeto de investigaciones formales desde distintos encuadres teóricos (cfr. Borzi 2023, Fontanella 2000, López García en prensa, Resnik 2023). Los acercamientos buscaron describir fenómenos fonético fonológicos, morfosintácticos y pragmáticos al tiempo que procuraron dar cuenta de los condicionantes normativos y las actitudes de los hablantes. Sin embargo, como hemos adelantado, abordar cabalmente un estándar supone atender a la compleja trama de variables que lo atraviesan y lo constituyen. Con ese espíritu, en este artículo nos proponemos mostrar algunos fenómenos de la trama de factores de base y acciones regulatorias que afectan al español rioplatense actual.
Entendemos que el estándar rioplatense puede resultar metodológicamente productivo porque, al tiempo que reviste características de un centro de distribución lingüística, muestra rasgos y comportamientos de variedad no-dominante. Esta condición obliga a considerar los conceptos de ‘estándar de referencia’ y ‘estándar empírico’3 como categorías móviles que responden a una intervención programática, o incluso inconsciente de distintos agentes.
Por fuerza, el recorrido de este artículo no será exhaustivo, sino que tomará algunos apuntes del modo en que funciona el espacio lingüístico de esta variedad.. Para ello, en primer lugar, mostraremos las condiciones bajo las que se operó el traspaso del examen de
2 En los trabajos de Carla Amorós Negre (cfr. 2014 y 2018 entre otros) puede encontrarse un valioso recorrido diacrónico de las condiciones histórico disciplinares que configuraron esa categoría, y un análisis de su densidad teórica y las implicancias que el concepto entraña en los distintos modelos de regulación lingüística.
3 En la medida en que la estandarización es un continuo, puede reconocerse en las variedades lingüísticas mayor o menor grado de ejemplaridad. El concepto de ‘estándar empírico’ refiere a una variedad lingüística aceptada socialmente como parámetro de referencia, que reviste nivel de lengua culta y puede ser empleada en contextos formales. El ‘estándar prescriptivo’, por su parte, se encuentra codificado en gramáticas y diccionarios, y es modelo de referencia. Méndez García de Paredes/López Serena (2019) resumen el alcance de esta categoría a la que designan ‘norma ejemplar o normativa’: “se construye discursiva e intersubjetivamente a partir de la ‘idea de lengua’ que subyace en la comunidad de habla y proporciona subrepticiamente principios de normatividad, inherentes al ser social de la lengua con respecto a los cuales se valoran y juzgan las disidencias” (Méndez García de Paredes/López Serena 2019: 85-86).
proficiencia en español CELU (Certificado de Español Lengua y Uso) desde una institución pública argentina hacia una agencia privada peninsular. En segundo lugar, expondremos brevemente, a través de una normativa lingüística del Ministerio de defensa argentino, el alcance de la intervención de agencias de área idiomática por encima de las decisiones del estado nacional. Luego nos referiremos a la injerencia del mercado del entretenimiento y el fenómeno del español neutro en los procesos de identificación por parte de los hablantes rioplatenses con las formas del español transnacional. Por último, esbozaremos el impacto de la comunicación escrita informal, atravesada por las nuevas tecnologías de la palabra escrita, en la reconfiguración del vínculo entre los hablantes/consumidores y la norma lingüística. La selección de casos de análisis responde al propósito de poner en evidencia la productividad de encarar los estándares como modos específicos en que se entrelazan condicionamientos del sistema lingüístico, historia, política y sociedad (Adler 2021, Costa 2020), sobre los que a su vez se instalan las dinámicas de regulación del español.
Una variedad virtualmente constituida
En su disertación seminal “El español de América y la unidad del idioma”, Coseriu ajustaba su propuesta de unidad funcional para el español: “A este nivel el español presenta ya una serie de ejemplaridades constituidas -o virtualmente constituidas- como tales, de suerte que lo que cabe unificar son esas ejemplaridades” en una “lengua ejemplar unitaria de segundo grado.” (Coseriu 1990: 70).
En nuestro recorrido nos ocuparemos de indagar el alcance del paréntesis para el caso del español rioplatense como variedad ejemplar “virtualmente constituida”, en tanto funge (o posee las condiciones para hacerlo) como variedad ejemplar dentro de su territorio con proyección sobre el resto del país. Hacer hincapié en “virtualmente” permite también resaltar su condición de inestable, siempre en proceso de constitución, lo que abriría el espacio para pensar estos estándares “virtuales” como argumentos de una propuesta de diversidad funcional del español.
El sociolingüista austríaco Rudolf Muhr (2012, 2016) desplegó extensas investigaciones sobre el comportamiento de las lenguas pluricéntricas. Con el propósito examinar la prevalencia de ciertas variedades lingüísticas sobre obras, identificó y ponderó los diversos factores sociales, políticos, económicos, ideológicos y psicológicos que permiten caracterizar distintas variedades de una misma lengua y delimitar entre lo que
llamó, siguiendo las denominaciones acuñadas originalmente por Michael Clyne (1992): “variedades dominantes” y “otras variedades” (término que Muhr reemplaza por “variedades no-dominantes”). En esta segunda categoría, Muhr reconoce algunas características de esas “otras variedades”, o “variedades no-dominantes”, de entre las cuales destacamos: ser denominadas “dialectos” o “lenguas provinciales”; tener estatus (d)evaluado como desvío, forma coloquial o informal; carecer de instituciones codificadoras o contar con instituciones codificadoras con insuficiente poder (político, económico, lingüístico). Por su parte, los hablantes de las variedades no-dominantes de una lengua pluricéntrica, señala Muhr, generan actitudes de desconfianza hacia los rasgos lingüísticos de su propia variedad y de incerteza acerca de su corrección. Esas actitudes, sumadas al hecho de que esas variedades suelen no estar codificadas, llevan a que los hablantes consulten instrumentos de codificación exonormativos.
El estándar del Río de la Plata, al igual que la amplia mayoría de las variedades americanas del español, no cuenta con una infraestructura que le permita describir integralmente sus normas de uso regionales o producir instrumentos de codificación y difusión, lo que repercute, no solo en la consulta de normas de referencia exocéntricas expresadas en diccionarios, gramáticas o manuales de estilo generalmente producidos por la Real Academia Española (en adelante, RAE), sino incluso en la elusión de las variedades regionales en los instrumentos generados localmente, lo que propicia y reafianza inseguridad lingüística. En efecto, las actitudes de los hablantes rioplatenses, como hemos mostrado en otros trabajos (López García 2013a y b, 2023, 2024), ponen en tensión su la norma de uso regional (norma coseriana) con la norma de referencia codificada desde el país colonizador.
Los hablantes rioplatenses desarrollan entonces adaptabilidad hacia los instrumentos exocéntricos de regulación, se habitúan a una consulta acrítica respecto del hecho de que la lengua representada en esos materiales no expone los usos de su región, e incluso los sindica como desvíos o no correspondientes a la norma culta (como en el ejemplo de la entrada “probar”, cfr. infra). En estos instrumentos, la variedad no-dominante se encuentra subrepresentada, o incluso no representada en absoluto, como en el caso de dos ejemplos que siguen. Ambos lemas confirman que el punto (geográfico) de referencia es Madrid y
frutilla
nombre femenino. Cuentecilla de las Indias para hacer rosarios.
nombre femenino. Arg. Bol. Especie de fresón.
(RAE, Diccionario de la Lengua Española en línea, consulta octubre 2024)
probar a + infinitivo.
‘Intentar hacer algo, o hacerlo para ver si da los frutos deseados’: «Los hombres prueban a imitarlo» (MFoix Abrazos [Esp. 1984]); «Desmonto una larga frase oxidada y pruebo a montarla al revés: ya no chirría, pero ya no dice lo mismo» (Marsé Muchacha [Esp. 1978]). No debe suprimirse, en estos casos, la preposición a: ⊗«Cuando vuelva a Argentina probaré hacer seviche con pejes reyes» (Che/Granado Viaje [Arg. 1992]). No es propio de la norma culta del español usar de en lugar de a:
⊗«El otro día […] se me ocurrió hacerles una propuesta [a mis lectores]: prueben de leer las manos dos veces» (Clarín [Arg.] 21.2.1979). (RAE y ASALE Diccionario panhispánico de dudas en línea, consulta octubre 2024).
En la medida en que toda forma de codificación de la lengua tiene un efecto normativo, los diccionarios peninsulares no plasman una mera representación de la lengua. Ciertamente, el dispositivo normativo panhispánico se apoya en centenarios discursos autoprestigiantes (Lauria y López García 2009, Senz Bueno y Alberte eds. 2011, Rizzo 2016) y que ubican a la RAE y al español de Madrid como centro de distribución de norma lingüística. En consecuencia, y confirmando las formulaciones de Muhr, los hablantes rioplatenses no reconocen la condición de estándar (de referencia) de su variedad regional, ni toman como fuente de consulta a las instituciones nacionales o regionales dedicadas a su estudio, descripción o regulación lingüística5, de manera que los hablantes nunca pueden estar seguros de si las formas lingüísticas de su variedad son correctas o modelos de ejemplaridad6. Como indica Muhr, y comprueban las encuestas sobre las variedades del
4 Si bien Argentina desarrolló su propio Diccionario integral del español de la Argentina (2008), ese proyecto lexicográfico no tuvo continuidad y no hubo ulteriores ediciones. El lemario y las definiciones se organizaron en función de la variedad de Buenos Aires, variedad lingüística de sus autores y sede de la empresa de medios de comunicación que financió el proyecto (cfr. Lauria 2012), corroborando la preminencia de esa variedad del español por sobre otras del territorio argentino.
5 Para el español en Argentina, y con reparos vinculados básicamente a las condiciones materiales, podemos contar con las universidades nacionales, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, y la Academia Argentina de Letras.
6 Para el caso de consultantes hablantes de otras lenguas, ni siquiera es viable la adaptabilidad, la lectura “oblicua” de los instrumentos, en la medida en que efectivamente se desconoce el significado o el valor de un término, y es imposible ponderar la validez o utilidad de las acepciones, de manera que la referencia centralizada se torna un impedimento en el acceso cabal a estándares regionales. La falta de recursos
español en Argentina (cfr. nota 11), es propio de hablantes de variedades no-dominantes manifestar representaciones contradictorias acerca del estatus de su variedad. En el caso del español rioplatense, ese mecanismo ‘conciencia del desvío-consulta de norma exocéntrica-corroboración del desvío’ convive con cierto orgullo lingüístico producto de la herencia de la tradición romántica nacional, que cifró en la lengua el gesto de independencia respecto de España y entendió la tradición disidente como rasgo de la idiosincrasia nacional (cfr. Blanco 1991, Moure 2017).
Adicionalmente, a diferencia de lo que ocurre con otras variedades no-dominantes del español, el Río de la Plata reviste rasgos propios de un “centro de difusión del español” (Lara 2015: 24). En efecto, el programa intelectual desplegado desde los inicios del XIX en Argentina supuso una fuerte corriente modernizadora que repercutió no solo en la inserción de Argentina en la economía global, sino que tuvo su expresión en un creciente aparato educativo, en el despliegue técnico y profesionalización de la imprenta, y, con ello, de un público letrado que completaba ese círculo virtuoso7. La centralización de estos recursos culturales, intelectuales y económicos desde comienzos de la nación independiente constituyeron a la Ciudad de Buenos Aires y los distritos que la rodean en polos de difusión de lengua española.
Esta preeminencia porteña se apoya, por un lado, en la dotación disciplinar- administrativa con la que cuenta, desde inicios del siglo XX, para reflexionar sobre la lengua, codificar y/o imponer parámetros normativos, concentrada institucionalmente en tres prestigiosos centros fundados en los primeros decenios del siglo XX y ubicados en Buenos Aires: el Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso” de la Universidad de Buenos Aires, el Instituto de Lingüística de la misma universidad y la Academia Argentina de Letras8. Por otro, se sustenta en el hecho de que Buenos Aires aloja buena parte de los medios masivos de comunicación y de la industria cultural del país (radio, televisión, cine, teatro, edición, traducción, etc.) desde donde distribuye su estándar lingüístico. Desde ahí gestiona la, en términos de Lara (2015), “tradición verbal”, que a su vez forma parte del concierto de la “tradición culta hispánica” de la que participan otros
materiales para la gestión de instrumentos repercute no solo en las representaciones de los hablantes (propios y ajenos), sino que recorta sus posibilidades de posicionarse en el mercado de venta del español.
7 Buenos Aires fue sede administrativa del gobierno nacional desde mediados del s. XIX con el despliegue de recursos políticos, económicos, intelectuales y culturales que eso conlleva. Para profundizar en el rol de la industria cultural y los medios de comunicación en Argentina en la gestión de una cultura de masas, cfr. Montaldo (2016); para conocer los pormenores del desarrollo de la industria editorial desde fines del XIX hasta comienzos del s. XX, cfr. de Diego (2010).
8 Para más datos sobre su contexto de fundación, funciones y rol en la construcción de un discurso de la lengua nacional, cfr. Blanco (1998) y Toscano y García (2009).
polos como Madrid y Barcelona para el español peninsular, y Ciudad de México, Bogotá, Los Ángeles, Miami y Nueva York para el español americano9. Estos centros generan y concitan consumo del mercado lingüístico del español proyectando, a través de los medios de comunicación e industria cultural, su estándar de uso por fuera de sus límites geográfico-políticos. Es justamente su participación de este “espacio variacional” (Oesterreicher 2002) lo que tensiona la validez de la variedad porteña: su hegemonía es relativa y parcial, su alcance y los grados de adhesión de los hablantes se miden, incluso hacia adentro de sus fronteras, en oposición a otros centros de producción y distribución de lengua española.
Precisamente, Wulf Oesterreicher (2002), en el marco de la lingüística de las variedades de corte alemán (inspirada en el funcionalismo coseriano), propone que las variedades constituyen un continuo dentro de espacios regionales, representacionales e históricos; de manera que cada variedad gestiona geográfica e históricamente las marcas lingüísticas que hacen la diferencia entre lo que Oesterreicher llama “inmediatez comunicativa” y la máxima distancia comunicativa, polos de un espacio variacional continuo (cfr. también Méndez García de Paredes 2012, Méndez García de Paredes y López Serena 2019). Al hilo de esta propuesta, Araceli López Serena (2017) en su trabajo sobre “estatus variacional” de la variedad andaluza del español entiende que, para reconocer el lugar que ocupa cierto rasgo lingüístico en los usos dentro de un “espacio variacional” específico, es preciso interpretar el “hecho lingüístico” (Oesterreicher 2002: 286) no como un mero dato, un rasgo material de la lengua, sino como un elemento en un sistema, resultado de un derrotero histórico político particular y, en lo que ahondaremos inmediatamente, en contacto directo o indirecto con otros “espacios variacionales”. En esa lógica, las normas regionales deben ser estudiadas en su compleja red de tensiones con otras normas con las que se afectan mutuamente y en la evolución del sistema de rasgos que permiten configurar “hechos lingüísticos” específicos en la región.
9 Sobrino Triana (2018) confirma estos datos. En la encuesta tomada en las capitales de distintos países hispanoamericanos en el marco del proyecto internacional “Actitudes lingüísticas e identidad en Hispanoamérica y España”, encuentra que la mayoría de las opiniones (ya vinculadas a la corrección, ya a la dimensión afectiva) se concentran en algunas variedades, entre las que destacan España, Colombia, México y también Argentina, en virtud de “su significación cultural, geográfica, histórica o lingüística” (Sobrino Triana 2018: s/p).
Actitudes de los hablantes
Sobrino Triana (2018) registra en su encuesta sobre actitudes lingüísticas e identidad en Hispanoamérica y España que la variedad “española” es la considerada como “más correcta” por los hispanohablantes consultados y, a excepción de algunos pocos países (Colombia, Venezuela y Paraguay), la mayoría de los informantes menciona con frecuencia la “modalidad” [sic] española, lo que confirma su condición de centro de gravitación a la hora de gestionar representaciones sobre el español. Por su parte, la que “destaca por ser la más incorrecta para los hispanohablantes” (Sobrino Triana 2018: 103) es la argentina. Lo interesante es que la encuesta muestra baja correlación entre la percepción de incorrección y el agrado, es decir, una variedad no necesariamente es considerada menos agradable, aunque sea calificada como incorrecta: es el caso de las variedades de Chile, México y Argentina, sindicadas como incorrectas pero que, a la vez, resultan muy agradables para los hablantes consultados.
En cuanto a la proyección de rasgos de la variedad rioplatense, Salamanca y Ramírez (2014) ratifican en Chile la influencia de la variedad del Río de la Plata. Los investigadores indican que “el chilenohablante tiene, en general, una imagen desmejorada respecto de ‘lo argentino’, actitud que se refleja en las reacciones públicas frecuentes de desaprobación hacia quienes poseen esta nacionalidad” (Salamanca/Ramírez 2014: 103). Pero la trama jerárquica entre el español “argentino”10 y el chileno no se puede medir apropiadamente si solo se toma en consideración el prestigio. Alvarado (2023), confirmando la condición contradictoria de las representaciones sociolingüísticas, argumenta:
Chileans who adopt elements from Argentinean Spanish, i.e., its phonology, vocabulary, and morphology, have multi-dimensional reasons to do so. They are thus likely to be expressing a complex and often contradictory set of experiences, feelings, ideas, and emotions toward their largest neighboring country, all of which are not accurately defined by the notion of prestige. (Alvarado 2023: 91)
Mientras tanto, Quintanilla y Rodríguez Prieto (2014), a propósito de lo que caracterizan como una “situación de tipo diglósico” a la opción por tuteo o voseo en Costa Rica, proyectan actitudes de orgullo lingüístico en los hablantes argentinos que, para estos
10 Aunque los trabajos dialectológicos tradicionales sobre el español en Argentina reconocen en el territorio cinco regiones lingüísticas (Acuña 2009, Borzi 2023, Fontanella 2000, López García en prensa), cuando se nombra a la “variedad argentina” en general la referencia es la variedad rioplatense, presente en medios masivos de comunicación y productos culturales. Esto acota drásticamente la representatividad y la validez de los instrumentos de divulgación y, con ellos, de la norma prescriptiva ahí representada.
investigadores, se expresa en la pervivencia del voseo, uno de sus rasgos más conspicuos, en la norma culta:
No es raro que cualquier hablante del español asocie de manera indiscutible el fenómeno del voseo con el español de Argentina. […] Esta popularidad que ha conseguido el voseo argentino ha sido propiciada, desde luego, por una variedad de factores que son necesarios para que una sociedad se vea a sí misma como fuerte y orgullosa: el económico, el histórico, el cultural y el de identidad, entre otros (Quintanilla y Rodríguez Prieto 2014, 110).
Al interior del territorio argentino se comprueban las mismas actitudes contradictorias hacia la variedad del Río de la Plata. En el estatus interno interviene, previsiblemente, la variable vinculada con la lealtad lingüística, dado que los rasgos lingüísticos de la variedad (como el voseo o el yeísmo rehilado) son objeto de un orgullo vinculado al sentimiento de nacionalidad; por otra parte, se registran en distintas regiones reacciones desprestigiantes concernientes a la idiosincrasia porteña (cfr. en 5.1. la opinión de los hablantes ante el doblaje porteño11). Por ejemplo, entre las respuestas a una encuesta sociolingüística aplicada sobre la población de Buenos Aires12 encontramos, para la pregunta “¿quién habla bien?”, respuestas como: “Los de Buenos Aires, los porteños, en oposición a los paraguayos y bolivianos”. Mientras que las respuestas a la pregunta “¿quién habla mal?” fueron: “los argentinos [hablamos] como cogotudos, en lunfardo, pero ese idioma no es el nuestro. El castellano no lo hablamos”. Complementariamente, para la pregunta “¿cómo se llama la lengua que hablamos?”, se obtuvieron respuestas que confirman la representación de desvío, aunque ponderado al mismo tiempo positiva y negativamente: “argentinismo o español deformado. La estructura es el castellano, pero con cantidad de modismos de estos pagos”; “argentino, no tiene nada de castellano, es todo mezclado”;
11 “Porteño” [del puerto] refiere a los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires, erigida a la vera del Río de la Plata, lo que da también el nombre “rioplatense” a esa variedad lingüística (esa denominación alcanza asimismo a hablantes uruguayos, en la margen opuesta del río).
12 La encuesta, que llevaron adelante Leonor Acuña y José Luis Moure (entonces profesores a cargo de la cátedra Dialectología Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires) en 1996 sobre una población de 388 hablantes de Buenos Aires (cfr. Acuña y Moure 1999 y López García 2013a y b), obtuvo para la pregunta “¿Todas las personas hablan bien?” un 82% de respuestas por la negativa. La pregunta “¿Cómo podría llamarse la lengua que hablamos?” suscitó respuestas como “lunfardo, por ser un idioma totalmente deformado”, “argentino, porque no es el castellano ni el español, es un dialecto”, “argentino, se va deformando con el tiempo el verdadero castellano”, “castellano, no se puede llamar de otra manera, aunque no es castellano-castellano”. Hasta el momento, las encuestas más rigurosas en cuanto a la metodología, y comparables en cuanto a los resultados cuantitativos y cualitativos obtenidos, son las que han llevado adelante distintos equipos de investigación de universidades nacionales argentinas bajo el Proyecto de estudio coordinado de la norma lingüística culta de las principales ciudades de Iberoamérica y Península Ibérica, consignadas en López García 2013a y b), así como los trabajos de Bein (2013) y Llull y Pinardi (2014).
“hablamos diferente, hablamos argentino, hay que querer lo nuestro, ser nacionalistas como los milicos [militares]”; “Deseo que con el tiempo tengamos un idioma propio”; “Es nuestro propio idioma, por ejemplo, cuando decimos ‘cojer una mina’”.
La contienda con otras normas de influencia es, en efecto, parte del “espacio variacional” del rioplatense. Entre los múltiples aspectos que intervienen en el espacio que conforma ese estándar, se reconoce una amalgama de actitudes contradictorias, tanto hacia afuera como hacia adentro del territorio. Lo que evidencian fuertemente las encuestas referidas es el lugar saliente del estándar peninsular y la incertidumbre acerca de qué posicionamiento tomar en relación a la variedad propia.
La centralización del discurso legitimador de formas lingüísticas, como se advertía en las entradas del Diccionario de la Lengua Española (2023, en línea) y del Diccionario Panhispánico de Dudas (2023, en línea) que mostramos más arriba, fomenta la representación no solo de la existencia un español relativamente homogéneo, pasible de ser balizado desde unas pocas instituciones (para el caso del español, tal vez solo una). Esto no solo posiciona desventajosamente a las variedades no-dominantes en la arquitectura asimétrica de los distintos estándares de la misma lengua, sino que convalida la enajenación de las decisiones en materia de soberanía lingüística.
Política de estado, política de área
McLelland (2020) reconoce en los estudios recientes sobre estandarización un corrimiento respecto del modelo normativo monolingüe que, recuerda, es el corolario de la historia de las filologías nacionales. El modelo de nación decimonónica explica la creencia en los estándares nacionales, señala, y la esperanza en que serán los estados o las academias nacionales correspondientes las que se ocuparán de su descripción. McLelland inscribe ese corrimiento teórico metodológico en las operaciones llevadas a cabo desde la antropología histórica, que busca reasignar la debida importancia a la dimensión sociopolítica. Esto supondrá revisar el impacto de la ideología del estándar y sus artefactos discursivos asociados: prescriptivismo, purismo y estigmatización; así como en los procesos de selección, descripción, codificación e implementación de una variedad (cfr. también Amorós Negre 2014, 2018 y 2024, Blommaert 2010, Monteagudo 2013, Schieffelin et al.
2000).
Coincidentemente, Farias (2024) advierte sobre el problema que supone analizar el complejo de variedades desde el marco pluricéntrico. Señala, como primer desafío, que el
concepto de pluricentrismo está supeditado al de variedad nacional, asociando estándar a nación (cfr. también Lebsanft/Tacke 2020, Monteagudo 2013). Eso conlleva, refuerza la investigadora, además de la dificultad implicada en la delimitación de los estándares, el problema de reconocer cuáles son los centros de lengua pluricéntrica, que no necesariamente corresponden a naciones, o siquiera a centros geográficos. Es más, a partir de la propuesta de Blommaert (2010), señala que el concepto de centro se hace extensivo a cualquier entidad que en determinados contextos pueda constituirse en modelo de orientación. Por tanto, explicar la arquitectura pluricéntrica supone dar cuenta de un delicado esquema de vínculos difícil de elicitar.
Por su parte, Elspaß, desde un enfoque areal (Elspaß et al. 2014, Elspaß et al. 2017), coincide en el problema que representa supeditar una zona lingüística a un recorte político. Lo argumenta con un ejemplo contundente para el caso alemán: “3 October 1990, the German language has lost an entire national variety, namely GDR German, literally overnight” (Elspaß et al. 2014: 50). Esta afirmación tiene dos implicancias, una de ellas, de orden estrictamente dialectológico: cuántos y de qué grado deberían ser los rasgos lingüísticos requeridos para establecer la existencia de variación y, por lo tanto, constituir una variedad. La otra constituye el eje central de la propuesta pluriareal como alternativa al pluricentrismo: la extensión diatópica de las variedades no es coincidente (o no necesariamente) con las fronteras político-administrativas. En efecto, la corriente pluriareal, que ha cobrado fuerza en la dialectología alemana, se posiciona metodológicamente desde la geografía lingüística. Sin embargo, y aunque señala con razón una deuda en relación a la descripción de las variedades no-dominantes, esta propuesta desestima factores definitorios para la constitución de los estándares regionales, tales como: las representaciones de los hablantes en relación a los rasgos lingüísticos recolectados, los procesos de identificación de los hablantes con los estándares “nacionales” y, fundamentalmente, la dimensión político-ideológica que opera en la instauración de centros lingüísticos (y, complementariamente, variedades periféricas), entre otras variables (cfr. Dollinger 2019).
La reflexión sobre los estándares, por lo tanto, obliga a detenerse en la cartografía que delimita, primero, las fronteras de la nación y, luego, la entiende como monolingüe. Este gesto cartográfico es una operación política que establece fronteras discretas para cada lengua y entre lenguas (lengua nacional, lengua materna, segunda, extranjera, etc.), a las que a su vez se superponen espacios variacionales y regímenes normativos. Las fronteras políticas aplicadas a las lenguas representan un desafío teórico metodológico en
tanto se encuentran superpuestas a estructuras de poder transnacionales que, asociadas a intereses económicos, intervienen en la regulación del español como lengua pluricéntrica. El siguiente es un ejemplo elocuente de este fenómeno.
Autoridades lingüísticas y mercado: el caso CELU
Según consigna con detalle la investigadora Florencia Rizzo (2020, 2022), el fortalecimiento de los vínculos Argentina-Brasil propiciados por la alianza Mercosur y por la afinidad de los gobiernos de ambos países generaron las condiciones para que se pusiera en marcha el Certificado de Español Lengua y Uso (CELU), resultado de un convenio firmado en junio de 2004 por el Consorcio Interuniversitario de Español como Lengua Segunda y Extranjera (Consorcio ELSE), integrado en un primer momento por tres universidades argentinas: la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad Nacional del Litoral. Rizzo (2022) afirma que “para desarrollar esta certificación se contaba con la experiencia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, que tenía desde 1996 un examen institucional para atender la demanda de certificación de español, que había aumentado en el país a partir de la década de 1980” (Rizzo 2022: 90). Este examen, además, era resultado de décadas de investigación y desarrollo de descripciones de las variedades, manuales de enseñanza de ELSE, y programas académicos de formación específica de profesores de español como lengua segunda y extranjera desplegados especialmente en la Universidad de Buenos Aires (cfr. Acuña 2009 y Rizzo 2020 y 2022). Entre los objetivos político-lingüísticos y metodológicos del examen se buscaba evaluar la capacidad de emplear el español en situaciones reales y reflejar, generalmente a través de fuentes auténticas, estrategias de adecuación a distintos registros y usos provenientes de distintas regiones. Esta marca representó inicialmente un diferencial didáctico e ideológico respecto del examen desarrollado por el Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española (SIELE). En su tesis de maestría, la profesora de español Lílian Reis dos Santos hace un análisis comparativo de ambos exámenes que corrobora esa marca distintiva en la propuesta inicial del CELU:
Ao analisarmos as questões do DELE C2,13 observamos que as atividades propostas pelo exame apresentam características na etapa estruturalista dos estudos da linguagem, com uma avaliação de pontos discretos, ou seja, testando os conhecimentos ou o desempenho do aluno nas chamadas quatro destrezas (escrever, falar, ouvir e ler) de modo separado. Não há integração entre as habilidades, e muitos dos exercícios estão focados no conhecimento gramatical. (Santos 2012: 109)
Ao analisarmos as questões do CELU, observamos que as atividades propostas pelo exame apresentam características que são coerentes com a proposta de avaliar o candidato de acordo com o seu desempenho no uso da língua, através da realização de tarefas integradoras que ativam várias habilidades do aluno além do conhecimento da língua e na língua. A abordagem utilizada pelo exame é a de tarefas a serem executadas pelos candidatos, apoiada na noção de gêneros discursivos, enfoque também recomendado inclusive na educação regular do Brasil. (Santos 2012: 125)
El SIELE, por su parte, presentado públicamente en 2016, es el diploma más reciente y el único del área hispanohablante que tiene titularidad compartida entre instituciones de tres países: lo expiden conjuntamente el Instituto Cervantes, la Universidad de Salamanca, la Universidad Autónoma de México y la Universidad de Buenos Aires. Este apoyo institucional valida la pretensión del SIELE de constituirse en un “certificado panhispánico”.
En efecto, en la Introducción de la “Guía para la realización del examen” (SIELE 2021) se emplea esta estrategia de venta “Está promovido por el Instituto Cervantes, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de Salamanca y la Universidad de Buenos Aires, lo que garantiza estándares de calidad y de buenas prácticas en la elaboración de las pruebas, y el uso de distintas variedades lingüísticas del mundo hispánico.”
El gesto discursivo de incluir instituciones reconocidas del mundo hispánico americano refuerza el argumento del panhispanismo concentrado en el lema de la RAE: unificar la diversidad lingüística (y el mercado lingüístico). El SIELE se promociona como un certificado panhispánico en el que están representadas las distintas variedades del español. La “Guía para preparar el examen” detalla: “¿Qué características tiene? Homogéneo. Es panhispánico e incorpora diferentes variantes lingüísticas del español. (SIELE 2021: 6)
13 El diploma de español DELE es un título oficial otorgado por el Instituto Cervantes en nombre del Ministerio de Educación y Formación Profesional de España. Acredita el grado de competencia y dominio de español.
El punto más interesante de ese vínculo “estratégico” entre el CELU y el SIELE radica en la atención que, desde 2016, comenzó a prestar la institución argentina a la hegemonía simbólica de la Península, a pesar de que con ello abandonaba un indudable reporte económico, asegurado por la posesión del único examen de proficiencia en español del continente americano14. El acto de adhesión de la Universidad de Buenos Aires al SIELE es el último de una larga serie de intentos por parte del Instituto Cervantes por absorber propuestas alternativas de enseñanza y evaluación. Fue en 2016 que se logró el acuerdo: el rectorado de la Universidad de Buenos Aires firmó, ignorando el reclamo activo de la comunidad académica, un “Memorándum de Entendimiento”, esto es: un convenio que le otorgaba al SIELE valor universal y hegemónico. La firma del convenio se llevó adelante en el edificio del rectorado de la Universidad de Buenos Aires (UBA), a cuya puerta se agolpaban para tratar de impedirlo los profesores e investigadores de esa casa de estudios que habían desarrollado el CELU y conocían los pormenores disciplinares y económicos de tal alianza. Américo Cristófalo, entonces vicedecano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, explicaba al diario Página/12
¿Por dónde pasa el negocio? Una vez que firmaron el acuerdo, lo primero que hicieron fue ver a quién le daban la plataforma digital para hacer el examen –cuenta Cristófalo–. ¿A quién se la dieron? A Telefónica de España. ¿Por qué se la otorgaron a la Telefónica en vez de alguna facultad de Ingeniería de la UNAM o la UBA? Telefónica es la avanzada del conjunto de negocios españoles vinculados a la comunicación en América latina. La tajada grande del negocio no está en el examen mismo. (Friera 2016, s/p)
La resolución emitida en diciembre de 2023 ratifica la vigencia de aquella alianza, el CELU ya no figura entre los certificados aceptados por la Facultad que lo creó:
Secretaría de Asuntos Académicos de la Universidad de Buenos Aires
Resolución RESCS-2023-1924- Referencia: Certificaciones otorgadas por la Universidad de Buenos Aires para acreditar el idioma español. 21 de diciembre de 2023
ARTÍCULO 1.- Establecer, conforme las reglamentaciones vigentes, las siguientes certificaciones otorgadas por la Universidad de Buenos Aires para acreditar el idioma español:
14 Si bien existen otras certificaciones, como el CEA (Certificación de Español Avanzado para extranjeros) expedido por el Laboratorio de Idiomas de la Facultad de Filosofía y Letras de la misma Universidad de Buenos Aires, y el DUCLE (Diploma Universitario de Competencia en Lengua Española como Lengua Extranjera), el CELU fue el único con desarrollo de materiales, formación docente específica y recursos institucionales suficientes para lograr alcance y validez internacional. Para conocer el detalle de los sistemas de certificación de proficiencia en lengua española y su posicionamiento en relación con las variedades regionales y la norma, cfr. Amorós Negre/Moser (2019).
Certificado SIELE GLOBAL - nivel C1
Certificado de Español Avanzado de la Facultad de Filosofía y Letras, equivalente a nivel C1 (Secretaría de Asuntos Académicos, 2023).
Catalina Nosiglia, secretaria de Asuntos Académicos de la UBA desde 2010, en su presentación el Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado hace pocos años en Córdoba, Argentina, postulaba para la UBA la sola función de “equilibrar” el panhispanismo del examen, ahora desarrollado y gestionado desde España:
Su examen [el de SIELE] fue diseñado y desarrollado por cuatro prestigiosas instituciones: Instituto Cervantes, Universidad Autónoma de México, Universidad de Salamanca y la Universidad de Buenos Aires. La mayor característica de esta evaluación es que es panhispánico, es decir, responde a la integración de la lengua española. Es por eso que la presencia de las instituciones de diferentes regiones de habla hispana asegura el tratamiento equilibrado del español (Nosiglia 2018: s/p).
En cuanto a la representación de la diversidad lingüística, en esa misma ponencia en el Congreso de la Lengua, Nosiglia postulaba la existencia de un español sin rasgos dialectales (al que llama, por eso, “neutro”) y de “normas aceptadas”:
En las tareas de niveles bajos (A1-B1) se ha optado por una variedad neutra, sin rasgos dialectales o exclusivos de ninguna variedad, catalogada como ‘español internacional’ […] Los materiales que se elaboren relacionados con el examen SIELE han de ser también un ejemplo de integración de las variedades de la lengua española y podrán usar cualquiera de las normas aceptadas por las Academias de la Lengua de cada país (Nosiglia, 2018: s/p).
Es común en los discursos académicos, y luego entre los hablantes, la representación de que existe un español general al que se le superponen los “regionalismos” (Lauria/López García 2009, cfr. también las encuestas citadas en López García 2013a y b). Esta representación es el argumento que sustenta las políticas de codificación y regulación lingüística unificadas.
Este tipo de alianzas estratégicas que tejen instituciones americanas en desmedro de su autonomía en la regulación de la lengua y en la retribución económica derivada de su codificación (cursos de ELE, formación docente, exámenes de certificación, materiales de enseñanza, doblaje, traducción, edición y corrección, entre otros servicios) se entienden
desde la lógica señalada por distintas corrientes de los estudios poscoloniales (sobre los que no nos extenderemos acá). Estos enfoques postulan que la distribución geográfica de las formas de participación en el sistema económico global y la reidentificación histórica y cultural explican la defensa de intereses explícitamente antagónicos respecto de su posición economía-mundo:
el proceso de independencia de los Estados en América Latina sin la descolonización de la sociedad no pudo ser, no fue, un proceso hacia el desarrollo de los Estados nación modernos, sino una rearticulación de la colonialidad del poder sobre nuevas bases institucionales (Quijano 2014: 820)15.
El abandono del examen de proficiencia en español por parte de una institución pública argentina en favor de una agencia privada peninsular constituye un acontecimiento que pone de manifiesto la potencia de los discursos de regulación de área idiomática, y el efecto definitorio de las representaciones sociolingüísticas de los agentes institucionales. El siguiente caso ratifica la preminencia de la regulación de área idiomática frente a una posible gestión de estado nacional.
Autoridades lingüísticas y estado nación
Como hemos adelantado a partir de Muhr y ejemplificado en los puntos anteriores, la enajenación de la soberanía lingüística es una operación habitual entre hablantes e instituciones de variedades no-dominantes. En efecto, es usual que una regulación lingüística exógena impacte en decisiones al interior de los estados. Justamente, el partido gobernante de la nación argentina desde diciembre de 2023, filiado al liberalismo económico extremo, dispuso, a solo dos meses de asumido el control del estado16, una reglamentación para el uso del español en el ámbito del Ministerio de Defensa:
Boletín Oficial (2024) Ministerio de Defensa de la República Argentina, Resolución 160/2024.
15 Un enfoque teórico que delimita el espacio multilingüe en lengua nacional, primera, segunda, extranjera y las asocia a estándares normativos e instituciones de regulación no solo entraña su propio obstáculo metodológico para acceder a una comprensión integral del espacio lingüístico, sino que también refleja el habitus de los académicos que lo llevan adelante.
16 Esta velocidad inaudita e innecesaria responde, hipotetizamos, al activismo lingüístico registrado durante los últimos años en Argentina en favor de formas lingüísticas “inclusivas” de las diversidades de género. En la misma línea ideológica, la cuenta oficial del estado nacional empleó en su comunicación del 12 de octubre de 2024 la denominación “día de la raza” para la efeméride hasta entonces denominada “día del respeto a la diversidad cultural”.
Que la precisión y rigurosidad que debe tener cada vocablo utilizado en las operaciones militares exige que se aplique estrictamente lo señalado por la Real Academia Española (RAE) y los reglamentos militares para la escritura y las comunicaciones en el ámbito de la Defensa.
Es política del MINISTERIO DE DEFENSA que, en aquellos temas en que existe una definición o postura por parte de Organismos Rectores de la disciplina de que se trata, sea ésta la asumida por esta Jurisdicción.
Por ello
EL MINISTRO DE DEFENSA RESUELVE:
ARTÍCULO 1º Dispóngase que, en el ámbito del MINISTERIO DE DEFENSA, las FUERZAS ARMADAS y los organismos descentralizados del MINISTERIO DE DEFENSA deberá emplearse el idioma castellano, conforme a la normativa y reglamentación que rige cada área respectiva, bajo los términos y reglas fijados por la Real Academia Española (RAE) y los reglamentos y manuales vigentes en las FUERZAS ARMADAS.
También refiere a la autoridad de la RAE la Subsecretaría de Vocería y Comunicación de Gobierno (2024: 19): “En los últimos años, la Real Academia Española ha ido eliminando progresivamente la utilización de acentos o tildes diacríticas…” Por su parte, la Academia Argentina de Letras, lejos de posicionarse como autoridad alternativa, se hace eco de esta legislación publicando en su portal web de noticias el texto completo de la Resolución que regula el “Correcto uso del lenguaje en el ámbito del Ministerio de Defensa, de las Fuerzas Armadas y los organismos descentralizados del Ministerio de Defensa”, convalidando y naturalizando la política de área idiomática panhispánica, en la que la norma peninsular centro-septentrional sigue ejerciendo primacía.
Estándares y medios de comunicación
Una investigación en curso bajo la dirección de la dialectóloga argentina Leonor Acuña (cfr. Villariño/Piñeiro Carreras: 2023) llama la atención sobre datos arrojados por el Censo nacional de población de 2022. Según ese censo, el 90% de los habitantes del territorio argentino reside en contextos urbanos, lo que convierte a las grandes ciudades en “escenarios de contacto lingüístico”. Este dato, asume esa investigación, insta a revisar la delimitación de las regiones lingüísticas de la Argentina, cuyo último registro dialectal integral se remonta a mediados del siglo XX. Adicionalmente, obliga a considerar los modos en que los medios de comunicación intervienen en la configuración de identidades lingüísticas de pertenencia, de adhesión, de referencia. Los siguientes casos permiten
reconocer la importancia de la identificación de los hablantes para explicar la funcionalidad o la eficacia de ciertos estándares de referencia.
Español neutro: “ese español yo no lo hablo”
El español neutro fue creado con un propósito comercial, y para conseguirlo se procuró sistematizar un conjunto de rasgos lingüísticos en los distintos niveles. Pero estos no responden a una sola norma, sino a diferentes normas dialectales yuxtapuestas que no se atienen al uso, es decir, no contemplan la difusión de los fenómenos lingüísticos en áreas mayores con una norma panamericana subyacente (Petrella 1998: s/p).
Bonnin/Uncal (2023), en su análisis del doblaje de la serie de televisión “Los Simpson”, confirman que los estudios críticos sobre el neutro no han indagado aún sobre la distinción entre la variedad llamada “latino” y la variedad denominada “ibérica” o “de España” (correspondiente a la variedad de español del centro de España). En efecto, el
17 Petrella fue una de las primeras investigadoras en analizar esta variedad en el contexto argentino. Inició su investigación pocos años despues de la emisión, en 1988, del Decreto reglamentario correspondiente a la Ley de doblaje N° 23.316, que buscaba impulsar y regular la inserción de Argentina en el mercado del doblaje. En ese contexto se hizo necesario reflexionar sobre las características de esa variedad y generar estrategias para su enseñanza.
18 Al distingo latino / ibérico podemos añadir la diferencia entre norte y sur de América, que tuvo su expresión con la traducción de Harry Potter. Esta saga fue objeto de tres traducciones simultáneas: Peninsular, español de México y del Cono Sur. Es interesante comprobar, además, para el caso de esta traducción, sobresalientemente rentable, que el máximo de variedades consideradas por el mercado de la traducción al español fueron tres, lo que corrobora un nicho de mercado (lingüístico) que, aunque está dispuesto a aceptar la uniformidad, evidentemente reconoce, acepta y requiere diferencias al interior del universo de la traducción americana (“latina”).
doblaje “latino” se reconoce solamente como oposición a lo “peninsular” en el sentido de que no presenta rasgos peninsulares prototípicos como la distinción s/z, empleo de segunda persona plural vosotros y formas pronominales asociadas, ciertos regímenes preposicionales (“ir a por”, “probar a”) o acepciones madrileñas de términos generales (“igual”, “quedar”, “tía/o”, “terraza”)19.
La preocupación por la dotación lingüística del mercado audiovisual del español no es nueva, Bonnin y Uncal (2023) recuerdan que Disney comenzó a doblar sus películas en América Latina a partir de 1939. Hasta entonces, los doblajes eran realizados en Estados Unidos por parte de un equipo de actores de distintas proveniencias dialectales americanas, lo que redundaba en una diversidad lingüística que no respondía a una política, ni a decisiones estéticas o argumentales y, sobre todo, no lograba adherencia del público. A partir de 1962, indican los investigadores: “Disney decidió instalar un estudio de doblaje propio en México, lugar que se consagró como la capital del doblaje al español latino” (Bonnin y Uncal 2023: 140).
En cuando al doblaje al rioplatense, registramos como primer intento la película animada, “Los increíbles” (Disney/Pixar 2004), que tuvo gran repercusión en los medios locales porque los espectadores salían del cine indignados:
El promocionado doblaje al castellano, o mejor dicho al argentino, de las voces de los protagonistas de la superproducción de animación estadounidense “Los increíbles” es, paradójicamente, uno de sus puntos más flojos, ya que, en lugar de generar cercanía, desentona, distrae y provoca un distanciamiento muy difícil de disfrutar por el espectador (Pécora 2004 s/p).
La intención de instalar esa variedad lingüística como doblaje posible y, con ello, al Río de la Plata como polo doblajista, fue una política que se formalizó legislativamente en 1986 a través de la Ley del doblaje Nº 23.316 (reglamentada por el Decreto Nº 933 en el año 2013) y fracasó precisamente por no haber considerado las representaciones de los hablantes rioplatenses sobre su propia variedad, ni sobre el lugar consolidado que tiene la variedad neutra como variedad del doblaje.
Las formas lingüísticas correspondientes al español “neutro” son hechos lingüísticos cuya vara de corrección, o aceptabilidad, está asociada a la ficción audiovisual. Esta variedad correspondiente a la ficción se extiende incluso al juego infantil, que imita el
19 La política lingüística detrás del español “latino” responde a un modelo de negocios que retoma la tradición iniciada por las normas mexicana y argentina a lo largo del siglo XX, mientras que la política de doblaje del español peninsular se entronca en la política lingüística de doblaje desarrollada durante el franquismo.
español neutro presente en los doblajes de los dibujos animados y series infantiles. Norma Carricaburo (1992), en su artículo “El tú como tratamiento ficcional en la Argentina”, fue la primera en registrar en Argentina el hecho de que la televisión ponía a los niños en contacto diario con formas tuteantes de otras partes de América como fórmula correspondiente al mundo de la ficción y es por eso que los niños lo emplean cuando juegan (junto con otros rasgos correspondientes a la variedad “neutra” como el futuro sintético -“me las pagarás” en lugar del perifrástico rioplatense “me las vas a pagar”-, atenuación del yeísmo rehilado y, naturalmente, un amplio repertorio léxico)20. Si bien no hay investigaciones respecto de las causas o período de retracción, los docentes registran un paulatino abandono de esa variedad conforme avanza el primer año de escolarización primaria.
Por su parte, Scandura (2021), especialista en adaptación y subtitulado, a partir de la propuesta de Bravo (2009), entiende que la estandarización del español neutro es “artificiosa”, resultado de decisiones tomadas por empresas sin que mediaran consultas a especialistas. Señala, además, que la traducción audiovisual está atravesada por “agentes con poder suficiente para influir en las estrategias adoptadas por los traductores” (Scandura 2021: 89). Es esa forma de censura gestionada por los mecenas, en función de intereses comerciales o ideológicos, la que configura la forma lingüística que se difunde.
No obstante estas afirmaciones, los hablantes rioplatenses muestran alta aceptabilidad de la variedad neutra “latina” para los casos de doblaje. A tal punto que en octubre de 2022 el estreno de la película argentina “Argentina 1985” suscitó debates por la variedad hablada por los actores. A diferencia del doblaje de “Los Increíbles” antes mencionado, se trataba en este caso de una película argentina con actores rioplatenses hablando su propia variedad (como también sucede en el caso del film “Metegol”, una película animada producida en Buenos Aires con voces de actores porteños), pero aun así suscitó críticas en los espectadores rioplatenses, que no lograban establecer el pacto de ficción. El siguiente hilo de Twitter es expresivo en cuanto a las representaciones de la variedad:
Pablo: una ¿amiga? me dijo que no piensa ver argentina 1985 porque le molestan las peliculas con ese acento aaaaa qué acento el tuyo pedazo de cipaya
20 Treinta años después, Mazzitelli y Garrido Domené (2019) reconocen una renovación en el campo del español del doblaje para niños. Encuentran que el léxico, las expresiones y las referencias culturales buscan no resultar artificiales, sino emplear alternativas corrientes y asequibles para el público infantil al que están destinadas.
Azul: A mí me molesta como actores argentinos doblan las películas animadas, tipo no puedo ver metegol porque me jode ese acento, y no hablo así carajo
Diego: pero metegol es una película Argentina… o sea que es el ´idioma original´ el acento argentino
Juan: Habra querido decir ese acento horrible que tienen los porteños…shoo…shuuuvia…rrrrrrojo…rrruuuuta…dios…me pone loco [ortografía original conservada]
Con el término “cipaya” se reclama lealtad al vínculo lengua / nación y se pone en foco la discusión entre autoridades y pauta normativa. “Cipaya/o” se refiere, de hecho, a una persona que comulga con intereses extranjeros por encima de los de su propio país. La tensión está puesta, precisamente, en que colisiona el estándar de uso con el estándar de los medios. En el intercambio se intenta resolver esa contradicción desplazando el problema desde el “acento argentino” hacia “acento porteño”, expresado en el yeísmo rehilado (“sho”, “shuvia”) y la vibrante múltiple alveolar (“rrojo”, “rruta”).
Las reacciones de los consumidores / hablantes porteños confirman el objetivo de las formas del neutro. Las soluciones lingüísticas unificadoras del mercado audiovisual no buscan convertirse en estándar de ejemplaridad, sino en pauta de uso, en horizonte de expectativas, genéricas (Adam 2004, Todorov 1988); buscan alcanzar la mayor cantidad de público consumidor capaz de identificarse con la pauta lingüística gestionada especialmente para ese ámbito de uso21. Estratégicamente, se apuntaló la identificación aportando una solución “latina” a la artificialidad del “neutro” y se reasignó a las variedades lingüísticas el rol de marcador lingüístico / cultural / ideológico. Distintos trabajos (citamos por caso Mazzitelli/Garrido Domené 2019) muestran que en el entorno audiovisual las variedades regionales operan como rúbrica de autenticidad. Los rasgos lingüísticos “marcados” (es decir, los que corresponden a variedades lingüísticas del español) son empleados como atributos de personaje, generalmente apelando a (y reafianzando) las representaciones circulantes sobre cada variedad (los personajes con acento porteño serán timadores, los de acento andaluz serán haraganes, etc).
Nuevas tecnologías de la palabra escrita
Distintas investigaciones han indagado sobre las formas específicas de escritura y consulta que se han desarrollado condicionadas por las nuevas tecnologías de la palabra escrita (cfr.
21 Un fenómeno con gran potencial de análisis que no hemos expuesto aquí es la variedad correspondiente de la denominada “música urbana latina”.
Bonnin/Lauria 2015 y 2018, Pfänder/Alcón/Palacios 2019, Tascón 2012 para una perspectiva prescriptiva). Como muestran estos acercamientos, las opciones ortográficas de la escritura en redes sociales y mensajería no se miden en términos de grado de desempeño en función de una normativa estabilizada, sino como evidencia de una competencia social fuertemente condicionada por la interfaz.
Por una parte, la conjugación de razones técnicas con la lógica de la velocidad se manifiesta en la elusión de caracteres especiales con dificultad de acceso en el teclado o la reducción de ítems del mensaje (como, en efecto, sucede con los acrónimos y acortamientos del inglés OMG (“oh my god”), del español tb (“también”), tkm (“te quiero mucho”), o del rioplatense lpm (“la puta madre”)22. Por otra, la transferencia de formas de la oralidad se advierte en la plasmación de la pronunciación (en algunos casos, regional). Ese gesto ortográfico genera un efecto de distanciamiento (irónico, de sorpresa negativa o positiva, de burla, etc.) respecto de lo dicho, como en khée (¿¡qué?!), emosido enganiado (“hemos sido engañados”). Más interesantes resultan intervenciones como la apertura vocálica como marca de desdén nah (“no”), parfavaaar (“por favor”), el cerramiento vocálico como marca de sorpresa negativa nuuu (“no”), la representación de la dislalia en la pronunciación para indexar puerilidad o falta de inteligencia: podque Chile ez un paiz que respeta al adversario y ze dan la mano y eztan todos juntos; o en el empleo de la ortografía no canónica como ícono de falta de control motriz, como ocurre con aajakkjaj, más frecuente y aceptada que su versión en ortografía estable: “ja ja ja”.
Un efecto notable de la labilidad normativa es la posibilidad de redistribuir los valores de uso del sistema lingüístico. Hemos registrado en usuarios rioplatenses de Twitter e Instagram un uso estabilizado del pretérito imperfecto (sin signo de interrogación ni exclamación) como rasgo marcador de sorpresa en el presente: que le pasaba jajaja; que le pasaba, weno vamos gente; en qué se basaban aparte jajsjs acaso van a ver mí ropa comprada en avellaneda. Estos usos no se registran en el español rioplatense oral, sino que corresponden estrictamente al entorno virtual. Nuestros registros confirman los hallazgos del trabajo de Pfänder/Alcón/Palacios (2019) sobre el pluricentrismo digital. Los autores consignan, para distintos países del Cono Sur, usos del pluscuamperfecto con “valores (ad)mirativos” en los que “parece haberse perdido por completo el matiz temporal de pasado” (Pfänder/Alcón/Palacios 2019: 420), como en el ejemplo “Jejejeje habia sido
22 Para una descripción más detallada de las opciones de escritura en este medio y el ensayo de algunas categorías, (cfr. Llopis-Susierra y Sebastiá 2020).
clefero, al fin revelo su secreto oscuro el tal putoco limosnero” (Pfänder/Alcón/Palacios 2019: 421). Aunque acotados, estos ejemplos podrían ser indicios de una distribución de rasgos del sistema lingüístico específico de la comunicación digital regional.
En todos los casos la ortografía alternativa es marca de adaptación al medio y, en ese sentido, debe ser entendida como una pauta de comportamiento frente a la normativa. De hecho, el procesamiento de mensajes atravesados por estas tecnologías presupone la intervención (en buena parte de las ocasiones, desacertada) de un autocorrector23, que obliga a gestionar una escritura deliberadamente alejada de la opción normativa24.
En su trabajo sobre la escritura en Whatsapp de adolescentes hablantes de español, Gómez Camacho et al. (2023) comparan en un grupo de 270 estudiantes de escuela media sus usos ortográficos no normativos en ese medio con los errores ortográficos que cometen en textos académicos. Encuentran que
el promedio de textismos en WhatsApp de la muestra es muy superior al de faltas de ortografía en los textos escolares, por lo que los mismos hablantes que siguen la norma académica en sus textos formales prefieren la norma digital en los mensajes de texto de sus teléfonos inteligentes; en nuestra opinión, esto confirma que los textismos son discrepancias intencionadas con la norma académica en el contexto digital que no pueden ser consideradas como faltas de ortografía causadas por desconocimiento de la lengua española” (Gómez Camacho et al. 2023: 66)25.
En efecto, las escrituras alternativas al canon ortográfico en estos hechos lingüísticos agregan capas de sentido y, lo que destacamos para nuestro trabajo, ponen en evidencia
23 Se ha estudiado largamente el gran activo económico que representan para la RAE y para el estado español los servicios de consulta. De ahí los esfuerzos de ambas instituciones por desembarcar en los entornos digitales e intervenir normativamente los nuevos espacios de reproducción de la palabra. En 2015 la Fundación del Español Urgente (Fundéu) y el entonces Twitter pusieron en marcha una iniciativa para controlar la ortografía en los canales digitales. La propuesta consistía en emplear el hashtag “#acentúate” para llamar la atención sobre la necesidad de respetar las reglas ortográficas en esos entornos donde se propagaba la ortografía informal, y advertir la admisibilidad de caracteres especiales en las etiquetas: instrumento central de categorización de los insumos lingüísticos para el entrenamiento de las IA. En el año 2022, según consta en el Real Decreto 632/2022, el Ministerio para la Transformación Digital y de la Función Pública del Gobierno de España y la RAE firmaron un convenio a través del cual el sistema Lengua Española e Inteligencia Artificial (LEIA) proporcionará de forma abierta y gratuita “todos los materiales necesarios” así como “infraestructuras lingüísticas en español”. El más reciente proyecto estratégico “Plan de Recuperación y Transformación y Resiliencia” (PERTE), presentado por el presidente del Gobierno español en febrero de 2024, se plantea como “una oportunidad para aprovechar el potencial del español y las lenguas cooficiales”. De los 1.100 millones de euros de inversión pública asignados a ese programa, el estado español le destinará 330 millones a poner en marcha proyectos vinculados con la IA en español (Gobierno de España, 2024).
24 En la nota 5 nos referimos a un tipo de lectura “oblicua” como estrategia adaptativa de consulta de instrumentos codificadores monocéntricos.
25 En el artículo refieren resultados similares en investigaciones sobre el mismo contexto comunicativo en inglés, francés, hebreo, alemán y vasco.
competencias genéricas que se expresan en la atención a pautas lingüísticas de la interfaz (que, aunque móviles e inestables, se constituyen en referencia).
Lo destacable en el caso de estas ortografías autogestivas, pautadas desde un entorno ajeno a las instituciones reguladoras de la lengua, es que, a diferencia de los estándares inscriptos en ortografías normalizadas y en políticas de área idiomática fuertemente reguladas, ponen en juego un hablante / usuario que ejerce cierto tipo de agencia sobre la lengua.
Los usuarios de estas tecnologías se comportan de acuerdo a las reglas del mercado. Eso repercute no solo en la gestión de identificaciones y lealtades lingüísticas diferenciadas en función de los estándares de ejemplaridad correspondientes a cada entorno (como hemos visto, por ejemplo, para el caso de la industria audiovisual, cuyos usuarios se sienten interpelados por una variedad artificial, diseñada para tales fines), sino también en un posicionamiento activo y crítico en la medida en que se constituyen no tanto en hablantes, sino en consumidores de estos medios. La disposición pasiva y la consulta acrítica de instrumentos de gramatización como diccionarios o gramáticas, generalmente atravesados por la institución escolar, no parece replicarse en los entornos lingüísticos del mercado, donde (¿aún?) no hay agentes prescriptivos ejerciendo operaciones de higiene de las formas lingüísticas (cfr. Bonnin 2012). En la medida en que estos entornos propician una actitud diferenciada respecto de los instrumentos de control lingüístico, podrían representar un nuevo tipo de consultante y nuevas respuestas hacia las prácticas de higiene lingüística.
Cierre
La propuesta de Clara Keating (2022) que referíamos al comienzo del artículo muestra la potencialidad de su encuadre (inspirado, a su vez, en Blommaert), que entiende al fenómeno de los estándares desde la categoría de “cultura policéntrica”. Advierte, no obstante, que tanto el enfoque pluricéntrico como el monocéntrico corren el peligro de abrir puntos ciegos para la interpretación cabal de las dinámicas de creación de significado, en tanto ambos modelos normativos están enmarcados en concepciones modernas, atravesadas por intereses geopolíticos desde los cuales ordenan el espacio de las lenguas.
En un escenario lingüístico estallado que, como hemos mostrado sucintamente para el rioplatense, responde a tan diversos intereses e identidades, es preciso reconocer la insuficiencia de las gramáticas para describir los estándares. Greußlich (2015) sostiene,
con Tacke, la necesidad de dar cuenta de la lengua en tanto que realización en un espacio variacional:
Ante este estado de cosas, Tacke (2011) ha avanzado el argumento —sin duda legítimo— que ya no es tarea exclusiva de la gramática procurar la codificación de la lengua española, sino fomentar la conciencia y el conocimiento de la lengua española en su variación. Si bien de esta forma queda mejor justificado el papel de la norma como una variable de la descripción (Tacke 2011: 157), surge la posibilidad de que otras instituciones —no necesariamente públicas— llenen tal vacío siguiendo sus propios intereses. La capacidad del DPD de figurar como complemento normativo en este escenario es dudable (Greußlich 2015, 83).
Desde el título de ese trabajo, “pluricentrismo de la cultura lingüística hispánica” (el destacado es nuestro), Greußlich postula que el pluricentrismo no es un fenómeno exclusivamente lingüístico. Coincidimos con sus afirmaciones en cuanto a la necesidad de considerar aspectos pragmáticos imbricados en el sistema lingüístico, así como las tradiciones verbales que les dan lugar como una compleja trama de gestión e interpretación de sentidos. Esa mirada permitiría explicar no solo el funcionamiento diferencial de los estándares no-dominantes, sino también el de los estándares con bajo grado de codificación, que se definen por su condición móvil, en constante ajuste, y que suscitan en los hablantes actitudes específicas de apropiación, rechazo o una peculiar combinación de ambas.
En los casos expuestos buscamos mostrar que el haz de variables que explican la forma y el funcionamiento de un estándar conforma fenómenos únicos. Esta afirmación es válida para los estándares prescriptivos como para los estándares regionales. Para abordarlos, es preciso hacer foco simultáneamente en los rasgos lingüísticos (los registrados por las descripciones dialectológicas y los presentes en las representaciones de los hablantes, no siempre coincidentes), el espectro genérico, grados de adhesión de los hablantes, rol de las agencias y tramas regulatorias, condiciones económicas, históricas, institucionales y tecnológicas de gestión y circulación de las lenguas. Adicionalmente, habrá que atender al hecho de que los estándares operan en tensión con otros, cuyo radio de influencia los afecta de algún modo.
La contienda con otras normas de influencia es, en efecto, parte importante del “espacio variacional” del rioplatense. Entre los múltiples aspectos que intervienen en el espacio que conforma ese estándar hemos visto el sistema de actitudes que, hacia adentro del territorio, se tensionan entre el orgullo y la inseguridad y, hacia afuera, entre el prestigio relacionado con su condición de centro de distribución lingüística y el
desprestigio propio de las variedades periféricas. En todos los casos, las encuestas evidencian consistentemente que el estándar peninsular sigue ocupando un lugar de preminencia y que en los hablantes rioplatenses persiste la incertidumbre acerca de qué posicionamiento tomar en relación a la variedad propia.
Este conglomerado de representaciones explica, en parte, los alineamientos y lealtades de los funcionarios nacionales argentinos y, luego, el modo en que quedan configurados los espacios institucionales de regulación lingüística regional. La falta de conciencia sociolingüística sobre el estatus normativo del rioplatense redunda en propuestas regulatorias estatales supeditadas a políticas de área e intereses foráneos, como ocurre con el examen de proficiencia desarrollado por especialistas de la Universidad de Buenos Aires, y con la subordinación del estado argentino ante la pauta normativa peninsular.
A través de los ejemplos hemos mostrado también que la lealtad de los hablantes hacia ciertos rasgos lingüísticos se cifra en el punto de cruce de variables políticas y de mercado. La política lingüística representada en el español neutro, que se apoya en los centenarios discursos de la unidad lingüística, si bien es transversal a todas las variedades del español, encuentra en el caso específico del rioplatense condiciones reveladoras: Buenos Aires es un centro de producción audiovisual con fuerte proyección internacional pero, a diferencia de lo que ocurrió con otras variedades de polos doblajistas, el rechazo de los hablantes hacia los rasgos de su propia variedad obligó a revisar la estrategia inicial de implementación de una ley nacional del doblaje. El fracaso del doblaje rioplatense, por una parte, puso en evidencia la indudable potencia del mercado audiovisual transnacional y de los rasgos lingüísticos ya instalados en el imaginario de los consumidores, por otra, devolvió al Río de la Plata a su lugar en el concierto de las variedades periféricas. Por último, ponderamos la incipiente reconfiguración del vínculo entre los hablantes / consumidores y los agentes prescriptivos promovida por el uso de las nuevas tecnologías de la palabra escrita. En los entornos digitales, las decisiones de los hablantes toman forma de agencia y obligan a las academias a reposicionarse para retener el mercado del control lingüístico.
La estandarización es entonces una cuestión de grado, evaluable o descriptible siempre a propósito de ciertas variables, de ciertos rasgos en ciertos contextos, en función de ciertas políticas (cfr. Amorós Negre 2014, 2018, 2024; Méndez García de Paredes 2012; Méndez García de Paredes/López Serena 2019). Por esta razón se hace preciso encarar el desafío metodológico de aportar un dispositivo analítico capaz de explicar la intersección
peculiar que explica el funcionamiento específico de cada estándar, el espacio policéntrico en el que se entraman recursos y prácticas.
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