Benjamín García-Hernández, Universidad Autónoma de Madrid, benjamin.garciahernandez@uam.es

La etimología en la lingüística de Coseriu y la relevancia de los étimos frasémicos

Etymology in Coseriu’s linguistics and the relevance of phrasemic etymons

Resumen

La investigación etimológica es un aspecto menos conocido de la producción científica de Coseriu, pues no hay en ella trabajos específicos de cierta envergadura o a gran escala. No obstante, recorrer el conjunto de su obra, tratando de hacer un recuento de las veces que toca la cuestión etimológica en el plano teórico o práctico, sería labor inacabable. Después de una breve introducción, en el segundo capítulo, revisamos seis artículos suyos sobre la materia, dos de ellos historiográficos. Y en el tercero, concentramos la atención en la etimología frasémica, por la que abogó de forma decidida. En uno y otro, encontramos ocasión para mostrar los progresos posteriores de la ciencia etimológica, gracias al desarrollo de criterios semánticos propuestos por él.

Palabras clave

Etimología interlingual, Etimología intralingual, Etimología morfemática, Etimología léxica, Etimología frasémica, Plano semántico.

Abstract

Etymology is a lesser-known aspect of Coseriu’s research because he published no specific works of detail or size on this topic. However, to trawl through his work and count the many times he touches upon etymology in either theory or practice is an impossible task. After a short introduction, in the second section we review six of his articles on the subject, two of which are historiographical. In the third, we focus our attention on phrasemic etymology, for which he was a strong advocate. In both sections, we find an opportunity to demonstrate subsequent advances in etymological science, thanks to the semantic criteria proposed by Coseriu.

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Keywords

Interlingual etymology, Intralingual etymology, Morphematic etymology, Lexical etymology, Phrasemic etymology, Semantic level.

1. Introducción: tras los objetivos etimológicos de Coseriu

La etimología ha sido un objetivo menor en la amplia productividad lingüística de Coseriu. No obstante, cuando ha entrado en esta materia, su labor brilla principalmente en tres aspectos: su buen conocimiento de gran parte de las lenguas europeas orientales y occidentales, su dominio del plano semántico y su interés por la etimología frasémica. El primer aspecto, más bien instrumental, se hace visible en la comparación de lenguas emparentadas o no. Esto lo advertirá el lector ya en el primer trabajo que revisamos, sobre el serbocroata bugarštica, o en el cuarto, sobre el rum. a socotí. En ellos entran en juego el búlgaro y el dálmata, el húngaro y el ucraniano. En el ámbito historiográfico somete a prueba las aportaciones que hizo en el s. XVI Giambullari a la etimología del italiano y las de Miron Costin en el s. XVII al rumano frente a los préstamos eslavos, húngaros, griegos y turcos.

Desde el surgimiento de la lingüística histórica y comparada, las leyes fonéticas, establecidas por los neogramáticos y sus sucesores, han marcado la pauta de la etimología científica, sin que a la vez se haya dado un desarrollo semejante en la indagación del plano semántico. Antes bien, el prejuicio sobre el asistematismo de este continúa todavía vigente. Sin embargo, todo étimo real o hipotético consta de forma y contenido. Y si el análisis de la expresión parece prioritario, el del significado a menudo es muy necesario; en particular, a la hora de evitar etimologías populares o de discernir entre homónimos, parónimos y la posible polisemia de un étimo único. El desarrollo de la semántica estructural de Coseriu ha venido a paliar, junto con otros métodos, ese enorme vacío en el análisis del significado.

No será extraño, pues, que algún título coseriano sobre etimología ponga la labor semántica por delante: Semantisches und etymologisches… Dada la historia plurimilenaria de nuestras lenguas, al menos en la rama indoeuropea encontramos tres grados de parentesco: la lengua materna, la lengua madre de la materna y la lengua madre de esta. Del venerable indoeuropeo, no solo se ha logrado reconstruir buena parte de su esqueleto, sino que a menudo se le ha dado cuerpo, hasta alcanzar la reconstitución frasémica. Además de esta perspectiva vertical, está la coexistencia de la vertiente horizontal; esto es, el contacto lingüístico de

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sustratos, adstratos y superestratos entre lenguas emparentadas o no. De ahí que la investigación etimológica no deje de ser ciencia muy compleja. El préstamo lingüístico es también una cuestión de origen etimológico. Cuando es completo en expresión y contenido, es fácil de reconocer. La dificultad suele estar en identificar el préstamo que solo es de contenido. En este sentido, el calco semántico del griego antiguo que por medio del latín ha llegado al romance ha sido un importante objetivo etimológico de Coseriu y sus discípulos.

Una tercera línea de investigación muy apreciada por él ha sido la etimología frasémica. Su propuesta del étimo non capit dubium, supuesto por el esp. no cabe duda y el rum. nu încape îndoială, es el primer ejemplo considerado aquí, antes de prestarle especial atención en el último capítulo. Por lo que llevamos expuesto, la etimología parece tener ascendencia interlingual. Pero a menudo es también creación intralingual. Este es un aspecto muy notable de la etimología frasémica que evoluciona hacia la simple unidad léxica por aglutinación, acortamiento acronímico o elisión de un componente.

2. Coseriu, etimólogo de amplio espectro

Buena prueba de su temprana afición es el breve estudio “Sull’etimologia del serbocroata bugarštica ‘canzone epica in versi lunghi’” (1948), que resuelve en tres páginas. Entra en materia desbrozando un terreno complicado por sucesivas contaminaciones léxicas. No se trata de canciones búlgaras, pues son dálmatas; tampoco son ‘canciones tristes’, según ha hecho suponer la paronimia con el verbo bugariti ‘cantar tristemente’, ni son exactamente canciones ‘populares’, a lo que ha inducido el adjetivo bugarski ‘popular’. Etimológicamente, son canciones vulgares; esto es, no podían ser canciones cultas, en latín o italiano, cuando se tenía conciencia de que componer en serbocroata era hacerlo ‘en vulgar’.

El horizonte etimológico de Coseriu se amplía con dos artículos de carácter historiográfico. Uno de 1972 sobre las etimologías de Giambullari (1495-1555), a quien considera, junto con Nebrija, Aldrete y Ménage, precursor de la ciencia etimológica moderna. Más allá de la teoría absurda sobre el origen etrusco del toscano y la identidad del etrusco con el arameo, Coseriu revisa las listas de palabras italianas. A la mayor parte de procedencia latina se unen algunas decenas de origen griego, francés, germánico, etc. En un conjunto de casi cuatrocientas voces comprueba el alto número de aciertos, mediante el oportuno cotejo de los cinco diccionarios etimológicos del italiano, publicados entre 1950 y 1966. Como es de esperar, no son pocas las palabras que hace cincuenta años seguían teniendo un origen oscuro. Entre las más duras de pelar para acceder al núcleo etimológico están todavía hoy los verbos tirare y toccare. No solo en italiano, sino en otras lenguas románicas estos descendientes del latín

vulgar *tirare y *toccare1 han asumido significados de importantes verbos antiguos: el primero expresa parte del contenido de trahere ‘traer, tirar’ y de iacere ‘echar, arrojar, tirar’; el segundo ha reemplazado prácticamente tangere ‘tocar’.

El otro artículo, de 1981, versa sobre las etimologías de Miron Costin (1633-1691). Se trata de un cronista rumano que confeccionó listas de palabras de su lengua –sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios–, a las que añade las voces latinas en relación con su origen. La mayor parte de las asignaciones son correctas y algunas novedosas para su tiempo. No deja de lado la cuestión de los préstamos húngaros, eslavos, griegos y turcos, en particular en topónimos, hidrónimos y antropónimos; pero su objetivo principal son las correspondencias entre el rumano y el latín que contribuyen a afirmar la identidad de su propia lengua.

La pareja etimológica de super > de sus, que Coseriu parece dar por buena, merece cierta precisión, pues el origen del rum. de sus está en de sursum. La idea preconcebida de que sub- significa, ante todo, ‘debajo’ debió de inducir al error de no proponer el compuesto sursum (suso, fr. sus, it. su, etc. El hecho es que el concepto primario de sub- era ‘hacia arriba’, según se ve en el lat. sub-ire ‘ir arriba’ > esp. subir, rum. sui2. Con esa orientación, sup-er es en origen tan solo su comparativo (‘más arriba’). Pero este derivado, favorecido por la influencia del gr. ὑπέρ, detuvo el impulso ascendente de sub, cosa que no ocurrió en la partícula inglesa correspondiente up ‘arriba’ o en la alemana auf ‘sobre’. La lucha desde el origen por una parcela propia es también cosa de las palabras. Y desvelarlo, objeto de la ciencia etimológica.

El interés de Coseriu por su lengua nativa se manifiesta en otros dos artículos que inciden en la cuestión etimológica: “Semantisches und etymologisches aus dem Rumänischen” (1968) y “Rum. a socotí. Ungarisch, ukrainisch oder lateinisch?” (1980). Desde el título del primero se pone de manifiesto la importancia que concede su autor al estudio del contenido en la indagación etimológica. El aspecto semántico se destaca igualmente en el segundo artículo. En efecto, con el significado de “estimar, apreciar, opinar, calcular’, a socotí se ha puesto en relación con el húng. szokotálny ‘contar, sumar, calcular’ y con el ucr. sokotyty ‘guardar, custodiar’. Pero aquel, que no es una palabra regional como estos, encuentra su origen en el lat.

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succutere ‘sacudir’ (cf. fr. secouer, occ. secotir, lad. sacodí, etc.). El paso de la noción de ‘sacudir’ a la de ‘pensar’ es análogo al del lat. agitare (in mente, in animo) y cogitare.

Mayor importancia metodológica concedemos al artículo sobre las expresiones “Sp. no cabe duda, rum. nu încape îndoială…” (1987), en el que se plantea desde la segunda parte del título “la necesidad de una fraseología comparada románica”. Se desarrolla en él una feliz idea de Wagner (1933: 3) quien, a la vista de las dos construcciones románicas anteriores, considera muy probable la existencia de una expresión similar en latín. Coseriu que aboga decididamente por la etimología frasémica propone en este caso la colocación non capit dubium y a la vez presenta el verbo latino como calco del gr. ἐνδέχεται, del que recibe el significado de ‘acepta, admite, permite’3. Mientras no haya atestiguación de tal étimo, lo único que cabe añadirle es un asterisco (*non capit dubium), con la misma propiedad con que lo lleva *tirare, cuya existencia solo viene avalada por su continuidad en la Romania central y occidental.

Además, como lexicólogo nato, Coseriu suscitó a menudo cuestiones acerca del origen de las palabras en otros estudios. En ellos se diferencia de sus coetáneos en haber mostrado por el plano del contenido tanto o más interés que por el de la expresión. En efecto, la semántica de Coseriu, sin dejar de ser sincrónica, nace con vocación diacrónica, según muestra su primer gran título Pour une sémantique diachronique structurale (1964). Y no carece de importancia el hecho de que la etimología conduce al extremo más remoto de la diacronía. Las oposiciones funcionales como criterio decisivo en la distinción de significados y la teoría de campo semántico como medio en que las palabras comparten funciones se presentan como métodos eficaces para desvelar orígenes recónditos y resolver etimologías discutidas. Por la experiencia que tenemos en este quehacer, hay en la semántica estructural del maestro de Tubinga una fuente inagotable de criterios útiles para la ciencia etimológica.

Su amplio conocimiento de las lenguas clásicas y, en particular, de las románicas le facilitó una labor de etimólogo solvente. Además, accedía a la indagación de la etimología latina con cierta preparación en indoeuropeo. Su contacto con Pisani debió facilitarle la labor. Los siete apartados sobre la posición del latín en el ámbito itálico en el capítulo inicial del libro Lateinisch - Romanisch (Coseriu 2008: 1-26), editado por Bertsch, son un documento fehaciente. Ni que decir tiene que voces de origen oscuro entonces se han aclarado después, en tanto que otras siguen pendientes de explicación; entre ellas algunas a las que en el texto coseriano se atribuye origen mediterráneo (pp. 24-25). Tal es el caso de mulier ‘mujer’, cuyo

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novedoso étimo protolatino resumimos de inmediato. El significado ha sido casi siempre la parte sacrificada, cuando no manipulada, en la investigación etimológica. Los criterios metodológicos que hemos desarrollado desde la teoría de Coseriu nos han mostrado el camino en los casos de averiguación difícil.

La atención al indoeuropeo es una exigencia del conocimiento del latín, que alcanza también al origen y evolución de las lenguas románicas. A la vez, el dominio del griego antiguo confirió al tubingense una capacidad singular para descubrir incontables contenidos helénicos en diversos niveles de la lengua latina y, consiguientemente, en romance. Si a ello se añade su ágil manejo y buena información sobre las lenguas de la región balcánica, se entenderá su competencia para detectar y dilucidar si los préstamos y los calcos semánticos viajaban hacia una costa del mar Adriático o hacia la otra. El caso de bugarštica, con que hemos comenzado este capítulo, es un ejemplo bien ilustrativo de la influencia expansiva del latín.

Por lo expuesto hasta aquí, parece que la etimología es una ciencia interlingual; es decir, hablamos de etimología románica en relación, sobre todo, con el latín y de etimología latina en relación con el indoeuropeo. Así, el adjetivo uinōsus ‘que huele a vino’ surge como compuesto en etapa indoeuropea del étimo frasémico *woinom *h3od-to-s ‘dotado de olor a vino’. Su segundo elemento, el adjetivo participial con el radical antiguo que se ve en od-or ‘olor’, aparece ya transformado en época histórica en el morfema sufijal -ōsus, el mismo que se echa de ver en el gr. οἰν-ώδης ‘que huele a vino’. Por el contrario, el adjetivo uinolentus (var. uinulentus) ‘que huele a vino’, sinónimo de uinōsus, se forma en latín sobre el participio ol-ens, -entis (‘oliente’) con la variante radical de ol-ēre ‘oler’. En este caso, se trata de una etimología intralingual, de creación interna4.

Mulier ha carecido de explicación etimológica, según ha recordado no hace tanto Nieto Ballester (2017: 14) y tal como exponemos en el estado de la cuestión que precede a nuestra propuesta de una solución (García-Hernández 2020: 12-16). La base léxica mul-, en particular, ha permanecido sin identificar. Por el contrario, en el final de la palabra varios etimólogos han visto el morfema comparativo -ies > -ier, el mismo que contiene ma-ies-tas como derivado de maior, -ius. Es una hipótesis muy probable, con la salvedad de que el valor del morfema no es tanto comparativo (‘más que otro’) como intensivo (‘más de lo mismo’). El análisis del contenido de la palabra conduce a establecer cuatro oposiciones significativas: mulier | uir ‘ser

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humano femenino’ | ‘ser h. masculino’, como alternancia de género; mulier .- maritus ‘ser h. f. casado’ .- ‘ser h. m. casado’, como diátesis conyugal en la lengua vulgar; uirgomulier ‘que no ha conocido varón’ → ‘que ha conocido varón’, como grados aspectuales en la relación heterosexual; y puellamulieranus: ‘niña’ → ‘mujer’ → ‘vieja’, como grados aspectuales en el desarrollo de la edad.

La naturaleza trimembre de la última gradación da lugar a la subdivisión en dos oposiciones binarias: primero, con respecto a puella, mulier comprende ‘la adolescente que se hace mujer’ y después, con respecto a anus, ‘la mujer adulta o madura’. Pues bien, el sustantivo latino ha debido expresar en principio la noción que le es más específica, con la referencia inmediata de adolescente que alcanza la pubertad. Este significado primario de ‘ser h. femenino púber’ se ha mantenido en las continuaciones románicas de mulier junto con el general de ‘ser h. femenino’; así, en iberorromance occidental: gall. muller, port. mulher, ast. muller, arag. muller, esp. mujer ‘la que ha llegado a la edad de la pubertad’5. Cuando la niña alcanza la adolescencia, nada hay tan notable para la observación familiar, social y pública como el crecimiento de las mamas6. Ello nos ha permitido entender el valor etimológico de mulier, de acuerdo con el grado intensivo del morfema -ies > -ier.

A tal fin, hacía falta que la base mul- expresara el significado de ‘mama’. Una amplia consulta por las ocho variantes de la base mel- que presenta Pokorny (1959: 716-722) nos hizo detenernos en la octava (8. mel-). Esta, con el significado ‘venir saliendo, alzándose’, representa en otras lenguas referentes de forma convexa o cónica, como una colina o el pico de un monte, por lo que bien puede haber pasado en protolatín a designar por metáfora la teta. Un poeta no se extrañaría de ello; tampoco un geógrafo ni un lexicógrafo acostumbrados a ver cómo tal trasposición se da a la inversa; p. ej., en teta ‘mambla’ y mambla (mammŭla) ‘montecillo en forma de teta de mujer’ o mamelón (del fr. mamelon ‘pezón’) ‘colina baja en forma de pezón de teta’ (DLE s. vv.).

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Por otra parte, Pokorny (1959: 723) sitúa el verbo mulgēre ‘ordeñar’ y sus correspondientes indoeuropeos, junto con el nombre de la leche en varias lenguas (cf. ingl. milk, al. Milch, etc), fuera del grupo de la base mel-; sin embargo, deberá adscribirse a él, pues parece obvio que mul- designaba la teta cuando recibió el alargamiento -g- que añade las referencias de la leche y de su extracción. Por ello, resulta claro que en mul-ier la base léxica, sin la ampliación velar, se limita a indicar las mamas y el morfema intensivo insiste en su activación y crecimiento. Eso sí, en principio metafóricamente, como nuevas colinas.

En suma, la voz latina, formada sobre mel- y el sufijo intensivo -ies (*mel-ies > *mol-ies > mul-ier), contiene raíz y sufijo indoeuropeos; pero su creación protolatina, como tal palabra, con un significado específico (‘que activa las mamas’ > ‘mujer adolescente’) que no se halla en otras lenguas, da lugar a que se pueda hablar, como en el caso de uinolentus, de etimología intralingual, al menos mientras no aparezca otra voz indoeuropea con formación y significado semejantes. Eso la distingue de las palabras románicas que no dejan de ser continuaciones directas del latín, tanto si mantienen la noción originaria como si se han especializado en otro sentido. A partir de los elementos expresivos con que cuentan las lenguas, la creación léxica ha sido incesante en sus diferentes fases evolutivas, por analogía o por metáfora, que es analogía designativa. El ADN significativo de las palabras se detecta, pues, normalmente en cada uno de los componentes que las conforman.

3. La relevancia de la etimología frasémica

La etimología no es solo cosa de lexemas y morfemas; lo es en gran medida de frasemas. En la línea de lo propuesto por Wagner y Coseriu, el concepto de etimología frasémica resulta análogo del que se aplica a las otras dos unidades expresivas. Como el étimo de estas, el origen de los frasemas románicos puede remontarse a una lengua antigua, alojarse en otra coetánea, de la que es préstamo, o emanar de una fase histórica de la misma lengua. Ahora bien, al emprender semejante investigación, convendrá tener en cuenta que las unidades fraseológicas difieren no poco en amplitud y fijación. Una clasificación común con arreglo a estos criterios es la de colocaciones, locuciones y enunciados (Corpas 1996: 50-213). Los últimos propenden a expresar sentido completo. En cambio, las unidades colocativas y locutivas carecen de esa particularidad, pues para constituirse basta que superen el nivel de la palabra. Aquí nos ocupamos, en particular, de la etimología del primer tipo de frasemas.

No siempre es fácil delimitar los conceptos de colocaciones y locuciones, pues como ocurre tantas veces en las clasificaciones lingüísticas la línea divisoria es fluida. En principio,

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si la combinación de dos o más palabras es asidua, estable y de sentido claro, será una colocación. Pero si tal combinación se atiene a una mayor fijación, sin perjuicio de la existencia de variantes, y sus elementos han sufrido algún menoscabo expresivo o significativo en función del conjunto, se puede hablar de locución. Entre ambos conceptos clasificatorios parece haber continuidad evolutiva, de manera que una colocación de expresión nítida en origen puede transformarse, con el paso del tiempo, en locución opaca. Lo que será un incentivo para averiguar su origen.

Un ejemplo de colocación convertida en locución es el de sangre azul (‘linaje noble’), cuyo punto de partida ha resultado enigmático durante siglos. Sobre él dejó Coseriu unas notas manuscritas, en las que apuntaba que la expresión debió surgir como interpretación errónea de un texto de Tácito (Ann. 4, 52): caelesti sanguine ortam “nacida de sangre celeste”, por descender del divino Augusto. Esta traducción literal habría sido correcta y con sangre como base colocante el traductor disponía, atendiendo y entendiendo el contexto, de la variante colocativa divina. Pero optó por azul como sinónimo cromático de celeste. Tan extraña traducción transformó una colocación obvia (sangre celeste o sangre divina) en la oscura locución sangre azul que rueda por el mundo con traducción literal a otras lenguas7.

Se puede hablar de etimología (ἐτυμολογία) de las unidades fraseológicas tanto en el sentido con que este término griego representa la ‘expresión verdadera’, en su desnudez inicial sin otras adherencias, como en el sentido latino de origen (origo), esto es, de raíz y punto de partida de su existencia. En ambos casos, habrá que desgajar las ramificaciones a que hayan dado lugar, sean variaciones circunstanciales o consistentes en forma y contenido. En teoría, cuanto más simples sean los frasemas, más fácil será determinar su origen. La historia de las colocaciones, cuya constitución no es tan cerrada, será más fácil de seguir que la de las locuciones, cuya cohesión expresiva suele ser menos transparente. No obstante, dada la continuidad conceptual entre unas y otras, en la práctica habrá casos en los que persista la vacilación clasificatoria.

Las colocaciones, como unidades fraseológicas inmediatas a la palabra, tienen gran trascendencia en la formación de nuevas unidades léxicas. Los procedimientos son varios: por aglutinación de sus elementos en voces compuestas, por acortamiento acronímico de estos o por elisión de uno de ellos cuya categoría asume el otro. Este último recurso es muy frecuente

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en la combinación de sustantivo y de adjetivo que se sustantiva por elisión del primero. De los diversos ejemplos que suministra Coseriu (2008: 69) aducimos el esp. tren directo, el lat. singularis porcus y uestis pellicia, que se reducen, respectivamente, a el directo, singularis (> it. cinghiale, fr. sanglier) y pellicia (> it. pelliccia). Los tomamos ahora por modelo de otros que hemos aportado sin haber recurrido antes a los ejemplos coserianos. Son numerosas las expresiones análogas a las anteriores cuyo origen nos ha sorprendido en los campos semánticos de sus, suis ‘cerdo’ y de uestis ‘vestido’. Pero como paralelo al frasema tren DIRECTO > el directo, por oposición a otros trenes que no lo eran, exponemos en primer lugar cómo surge el sustantivo derecho en sentido jurídico (it. diritto, fr. droit).

Antes de la confusión de los prefijos di(s)- y de-8 y, claro está, mucho antes de llegar al protorromance */de'rektu/, propuesto por Gouvert en el DÉRom 19, el étimo del romance derecho se atestigua en Gayo, jurisconsulto del s. II d. C., en expresión frasémica (1) y reducida (2). Su forma discursiva no es la del nominativo directus o del acusativo directum, sino la del ablativo directo. En efecto, en la colocación DIRECTO iure (‘por derecho directo’) se halla el correlato latino de los sustantivos románicos. Y ello es así porque se opone al modo indirecto del legado por fideicomiso:

  • (1) Multum autem differunt ea quae per fideicommissum relincuntur ab his quae directo iure legantur (GAIUS Inst. 2, 268)10 .
  • (2) Item seruo alieno directo libertas dari non potest, sed per fideicommissum potest (GAIUS Inst. 2, 272)11.
  • Ninguno de los argumentos manejados en favor de otro origen, como el préstamo germánico (gót. raihts, ags. riht ‘derecho’), céltico (irl. recht ‘ley’) o la influencia de la idea cristiana de camino recto, tiene fuerza suficiente para remover la procedencia clásica en la expresión de un concepto tan romano como el ‘derecho’12. Mucho menos ahora que observamos que el adjetivo directo se sustantiva absorbiendo el contenido de iure. De la colocación DIRECTO iure cabe deducir cómo y por qué el adjetivo viene a reemplazar el exiguo sustantivo ius ‘derecho’ y representar su significado. El cambio se realiza dentro de cierto tipo de discurso

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    jurídico y se hace efectivo gracias a la existencia de una alternativa jurídica: el fideicomiso que expresa la ‘transmisión indirecta’ (per fideicommissum), según confirma además la preposición per.

    Por el mismo procedimiento de elipsis del sustantivo y sustantivación del adjetivo, la colocación SINGULARIS porcus es étimo común de buena parte de las expresiones del ‘jabalí’ en las lenguas románicas (it. cinghiale, fr. sanglier, afr. sangler, prov. senglar, occit. singlar, cat. senglar, etc.13). El adjetivo latino, que se aplica en particular al macho, es epíteto de conducta solitaria (cf. log. sulone) y depredadora. Como testimonio más antiguo de singularis aplicado al cerdo salvaje, se da la expresión bíblica singularis ferus ‘fiera solitaria’ (VULG Psalm. 79, 14), que seguramente influyó en las designaciones romances. Singularis parece presentarse ahí como calco semántico del gr. μονιός (‘solitario’). Lo que querría decir que su étimo fraseológico remitiría a esta lengua. Ahora bien, nombre común del jabalí y del cerdo doméstico heredado del indoeuropeo en el latín antiguo es sus, suis (adj. suinus, cf. al. Schwein). De no usar el nombre específico aper ‘jabalí’ (cf. al. Eber), para distinguir una y otra especie, se recurría a colocaciones como la de sus siluaticus (VARRO Men. 361; cf. rum. porc sălbatic), que en griego aparece ya aglutinada en σύαγρος (cf. al. Wildschwein).

    Sin embargo, de las Verrinas de Cicerón, en particular, podemos deducir que sus SINGULARIS era ya una colocación corriente en la lengua popular. Un acertijo conservado en las inscripciones de Pompeya advierte de la ambigüedad que se crea entre sui ‘de sí’, genitivo de se, y el homónimo sui ‘al cerdo’, dativo de sus, en la expresión similis sui (3). Ello nos permitió descubrir la importante referencia aprina que tienen tanto Verres, con nombre de verraco (uerres, -is), principal acusado en los discursos ciceronianos, como su lugarteniente Apronius, con nombre derivado de aper ‘jabalí’ (4):

  • (3) Mulier ferebat filium similem sui… [inquit] nec meus est nec mi similat (CIL IV 1877)14.
  • (4) Hic est Apronius quem in prouincia tota Verres, cum undique nequissimos homines conquisisset, et cum ipse secum sui similis duxisset non parum multos, nequitia luxuria audacia sui simillimum iudicauit (CIC. Verr. 2, 3, 22)15.
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    Por una parte, el orador atribuye el insulto directo a los perjudicados por las injusticias de Verres (ius tam nequam… uerrinum ‘derecho verrino… tan perverso’, uerrem tam nequam ‘verraco tan perverso’: Verr. 2, 1, 121). Por otra, recurre con frecuencia a la calificación aprina de su conducta mediante singularis y un sustantivo abstracto, cual el derivado de nequam o sinónimos varios. En concreto, aplica la singularis nequitia ‘singular perversidad (aprina)’ tres veces a Verres (2, 1, 76; 2, 2, 134; 2, 5, 92) y una vez a Apronio (2, 3, 106). Es más, de las 150 veces que aparece singularis en el amplio conjunto de la oratoria ciceroniana 45 pertenecen a las Verrinas y de ellas en 36 casos este adjetivo determina alguna cualidad indeseable del acusado y su principal colaborador. Esta reiterada aplicación de singularis a la conducta de dos depredadores humanos con nombres de verraco y jabalí permite anticipar, en casi cinco siglos respecto del texto bíblico citado, la referencia aprina del adjetivo como étimo románico16.

    Sus, nombre de la especie doméstica y salvaje, fue reemplazado en buena parte por porcus, que en principio designaba la cría (Benveniste 1969: 34-36). Uno y otro sustantivo admite diversos calificativos con los que se forman colocaciones que seguirán un proceso de elipsis y sustantivación análogo al de singularis. Porcus UARIUS que designa el cerdo variopinto se atestigua como tal en el Satiricón (5). De ella procede sin duda el esp. guarro ‘cerdo’ (García-Hernández 2013a: 546-549), al que se atribuye origen onomatopéyico, como si viniera de la voz guar, guarr, con que se lo llama17. Por consiguiente, el diminutivo guarín ‘lechón’, que conserva la -r- simple, ha de provenir del hipotético porcus *UARINUS:

  • (5) ‘Modo sic, modo sic’, inquit rusticus; uarium porcum perdiderat (PETRON. 45, 2)18.
  • Los adjetivos de color son una fuente denominativa recurrente en esta y otras especies de animales. A cocho y cochino se les asigna similar origen onomatopéyico, como si derivaran también de la voz coch utilizada para llamar al cerdo19. No es diferente la explicación que se ha dado al fr. coche ‘cerda’ y a su diminutivo cochon que, como porcus, pasó a término genérico20. En ambos casos se trata de soluciones fáciles e inconsistentes que han llevado a establecer los procesos derivativos COCH > cocho > cochino y KOŠ > coche. Pero la explicación

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    se complica cuando se comprueba que esa voz de llamada, presuntamente originaria, se ha extendido igualmente al perro, como observa Rohlfs (1968: 206, n. 15):

    Anderswo gilt ein ähnlicher Lockruf für den Hund, z. B. in Calabrien cucci-cucci, in Spanien cuz-cuz, in Aragonien kus-kus, rum. cuţu, woraus sich neue Namen für den Hund selbst ergeben haben: galiz. cucho, arag. cocho, katal. gos, ital. cuccio ‘junger Hund’, leon. cusco id.21.

    Lejos de ser onomatopeyas, son las voces de llamada las que emanan directamente del nombre común de los animales. En realidad, cocho y cochino, con el referente de cerdo, proceden de las colocaciones porcus COCCEUS, COCCĬNUS, como el fr. coche proviene de porca COCCEA o el macrum. coaţin (‘oveja blanca de cabeza pardirroja’) sale de ouis COCCĬNA22). Tales adjetivos tienen el significado ‘de color grana’; es la grana de la cochinilla que en latín se dice coccum. Mientras cocceus deriva de este, coccĭnus es préstamo del gr. κόκκινος ‘rojo grana’, a su vez derivado de κόκκος ‘agalla de la cochinilla’, con el mismo valor del sustantivo latino. Ello permite entender que cocho y cochino han designado en principio el ‘cerdo colorado’ y de él ambas voces se han extendido a toda la especie. Si se reemplaza la base porcus por canis ‘perro’, se tendrá la colocación canis COCCEUS, de donde saldrá igualmente la denominación cocho con ciertas variantes dialectales para este animal23). La variación del color del pelo del perro no tiene límite en su origen ni en su propagación; pero si sorprendiera el ‘rojo grana’, piénsese en el ‘rojo fuego’ de la colocación canis PYRRHUS, pues de ella sale el nombre genérico perro.

    Si se procura enriquecer la conciencia de la lengua materna mediante la relación multiforme que guarda con su lengua madre, no será difícil resolver viejas etimologías cuestionadas y descubrir otras nuevas e inopinadas. Tales han sido las colocaciones adjetivas con porcus y tal es el caso de la colocación apros GAUSAPATOS (PETRON 38, 15) mal entendida como ‘jabalíes con sus recias cerdas’. Esta nos traslada al último de los tres modelos coserianos elegidos, el de UESTIS PELLICIA > it. pelliccia, esp. pelliza. Además de ser un buen ámbito para observar el productivo proceso que va de la colocación nombre + adjetivo a la creación de un nuevo sustantivo (nombre + adjetivo > sustantivación del adjetivo), tiene el interés de

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    mostrarnos, más que la relación entre la piel y el tejido, la perspectiva inversa del tejido convertido en piel viva, pues no pocas veces las metáforas van y vuelven de un referente a otro.

    La gausăpa (var. gausapus, gausapum, etc.), préstamo griego de origen desconocido, en territorio romano pasó de paño de limpieza (LUCIL. 598 W) a tejido terciopelado, utilizado en prendas de bien vestir por su prestancia en los primeros siglos del Imperio24. Liso por un lado y de fino vello por el otro imitaba la piel, de manera que no tardó en designar por metáfora la piel de ciertos mamíferos. Por no tener en cuenta la suavidad del pelo de la gausapa, los intérpretes de la colocación petroniana anterior han dudado sobre su contenido, pero no han renunciado a la referencia de jabalíes adultos servidos en la cena de Trimalción. Una mayor atención al romance nos sacó de la duda, al intuir que los gausapatos no solo eran jabatos ‘crías de jabalí’, sino el étimo de gabato ‘cría del ciervo y de la liebre’ y, por consiguiente, también de jabato, modificado por el cruce de jabalí (García-Hernández 2007b: 369-377).

    Cuando todo hacía pensar que gausapa, ausente de los diccionarios etimológicos25, no había dejado descendientes en romance o poco menos, descubrimos una prolífica familia. En ella entran, entre otras voces con geminación expresiva, cuniculus *GAUSAPPUS como étimo de gazapo ‘cría del conejo’ o lepus *GAUSAPATTUS ‘cría de la liebre’ que, además de tener continuación en gabato, ha deparado el sufijo -ATTUS con valor diminutivo: lebrato, it. lepratto, fr, levrat, etc.26. Lo que interesa resaltar aquí de esta amplia familia es la gran operatividad de la etimología frasémica con resultados diferentes, según se siga el procedimiento de elisión del sustantivo y sustantivación del adjetivo (ceruus *GA(USA)PATTUS > *GAPATTUS > gabato) o de acortamiento acronímico: CERU(US *GAUSAP)ATTUS > *CERUATTUS > cervato .

    El último miembro que hemos incorporado a la familia románica de gausapa ha sido el importante adjetivo de la belleza guapo, pa, al menos con los principales significados que se le asignan en el DLE s. v. (1. ‘bien parecido’, 2. ‘acicalado, bien vestido’), donde se le atribuye el étimo único de uappa ‘bribón, granuja’. El origen de las dos acepciones indicadas y también de la última (“7. pl. coloq. Prendas que se ponen en días de fiestas y ocasiones muy señaladas”) ha de estar en *GAUSAPPUS, primero étimo de gazapo y después transformado, por metátesis de las vocales del diptongo, en *GUA(SA)PPUS > *GUAPPUS > guapo. El plural los guapos de la acepción séptima no deja de ser un buen testimonio de la continuidad del tejido terciopelado o

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    similar e incluso de pieles de pelo fino procedentes de crías de mamíferos. Lo que indica que la acepción de estar ‘bien vestido’ es anterior a la de ser ‘bien parecido’, un buen consuelo para quienes no sean esto último27.

    Sin perder de vista la propensión primigenia diminutiva, es posible proponer aquí puer *GUAPPUS como étimo frasémico de guapo, tanto si portaba tejido como piel28. Otra variante de *gausappus, por metátesis del diptongo a la segunda sílaba, es *GASAUPPUS, cuyos descendientes recorren el gallego, portugués y asturleonés. Está presente en el alent. gazopo ‘perrillo’ y en el ast. cachopo que hubo de designar la ternera antes que los filetes extraídos de su carne. El diminutivo cachupín se aplica al niño que ha llegado de España a América, según se aprecia en el CORDE: ver quál sea cachupín y quál nacido en Indias (Juan de Cárdenas, 1591). La variante gachupín que se atestigua casi dos siglos después (1775) tiene ya referencia adulta. Parece obvio que cachopín y cachupín sean derivados románicos de cachopo; pero gachupín invita a pensar en un étimo frasémico puer *GASAUPINUS. El adjetivo gausapinus, presente en Marcial (14, 145: paenula gausapina ‘manto de tejido velloso’) y con continuidad en el esp. gazapina ‘junta de truhanes’, ha debido tener ante todo referencia infantil designando al niño o adolescente que presume de ir bien vestido.

    4. Conclusión

    Coseriu no solo dejó constancia de su interés por la labor etimológica en los trabajos mencionados de orden historiográfico y en la indagación del origen de ciertas expresiones. Mayor alcance científico tiene haber sabido apreciar la importancia de la etimología frasémica, así como haber proporcionado nuevos principios teóricos y criterios metodológicos en el análisis semántico. La prioridad indiscutida de que ha gozado la expresión como elemento material, en particular desde la formulación de las leyes fonéticas, ha restado valor a la consideración del plano conceptual. Sin embargo, el estudio del ámbito significativo, a menudo polisémico y más difícil de precisar, resulta muchas veces decisivo para aclarar las etimologías más complejas. Desde el punto de vista metodológico, es importante la diferencia que

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    establecemos entre etimología interlingual, cual es la de uinosus que se reconstruye desde el indoeuropeo, y etimología intralingual surgida dentro del latín o protolatín, a la que adscribimos los casos de uinolentus y mulier.

    En el proceso de lexicalización que siguen los frasemas colocativos se observan diferentes soluciones. De la aglutinación de sustantivo y participio que tiene lugar en los dos adjetivos anteriores se desgajan los sufijos -ōsus y -olentus que se propagarán en creaciones analógicas. Procedimiento más reductor es la elisión de la base colocante, a la vez que el elemento colocativo asume su categoría y contenido: iure DIRECTO > it. diritto, esp. derecho, fr. droit. Medio también drástico de univerbación es el acortamiento por acronimia de los dos elementos de la colocación: CERU(US *GAUSAP)ATTUS > *CERUATTUS > cervato. Ello da idea de la productividad de la vía frásemica tanto en la formación de nuevas palabras (ceruus *GAUSAPATTUS ‘ciervo de vello fino’ > *GAUSAPATTUS > gabato ‘cría de ciervo’) como en la creación sufijal (*CERU-ATTUS > cerv-ato ‘ciervo pequeño’).

    Sin la identificación de la etimología frasémica, uinosus y uinolentus, entendidos como meros derivados sufijales, serán privados de su cualidad originaria: la referencia aromática. Sin tal etimología, se seguirá pensando que cocho, cochino y guarro tienen origen onomatopéyico, que jabato es de origen árabe como jabalí, que gabato, gazapo y cachopo, así como los sufijos -ato, -apo y -opo que se desprenden de ellos tienen origen prerromano; o que guapo como calificativo del ‘bien vestido’ procede de wappa ‘bribón, granuja’. Muy al contrario, el étimo puer *GUAPPUS proporciona un nuevo adjetivo de belleza que, en cierta medida, viene a compensar la pérdida de pulcher en latín vulgar. En suma, la etimología, sea frasémica, léxica o morfemática, tiene la virtud de recuperar la pureza de la imagen genuina con que brotan las palabras, antes de recibir connotaciones y acepciones de cualquier tipo.

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    1 Meyer-Lübke 1972: §§ 8755 y 8767. El lat. vulgar *tirare ‘tirar de, tirar a’ se remonta a la base de triō, -ōnis, según anunciamos en la primera nota de nuestro estudio “Del origen de triō, -ōnis ‘yunta de bueyes’ a la metáfora Septentriones ‘Osas Polares’”, Revista de Estudios Latinos 22, 2022 (B. García-Hernández, en prensa).

    2 Aunque ‘bajo, debajo’ sea significado predominante en la preposición sub, el preverbio sub- conservó mejor el valor primario ‘hacia arriba’ (García-Hernández 1995: 164-170; 2000: 63-68).

    3 Este es un significado transitivo; lo que hace de capit un verbo impersonal o unipersonal. Pero, lo mismo que el transitivo habet (cf. hay), evolucionará a intransitivo en romance, de manera que no cabe duda no tendrá una interpretación diferente de no caben dudas (García-Hernández 2005: 145-148).

    4 Ernout (1949: 5-85), en una monografía dedicada a estas dos formaciones adjetivales, se esforzó en sostener como único origen el sufijal, opinión que ha prevalecido contra la hipótesis de Wackernagel (1899: 44 ss.), que se apoyaba en la correspondencia radical de -ōsus con el gr. -ώδης, y contra Niedermann que propuso el origen paralelo de -olentus (1900: 242-245). En realidad, antes de llegar a la sufijación, hay una fase frasémica a la que sigue otra de composición léxica (García-Hernández 2017a: 309-317; 2017b: 156-165).

    5 La segunda acepción del DLE “mujer que ha llegado a la edad adulta” es inexacta, pues se olvida de la pubertad, etapa en la que se suele decir de una niña que es ya mujer. La niña se hace mujer durante la adolescencia y la adolescente (‘que está creciendo’) no es todavía una adulta (‘que ha crecido’). Bastante más precisa era esta segunda acepción en el DLE 22 (2001): ‘mujer que ha llegado a la pubertad o a la edad adulta’. De otra manera, el paso de niña a adulta, sin más, no deja de ser tajante.

    6 En la lengua de la comedia romana (PLAUT. Friuolaria 85) el crecimiento gemelar de las mamas se verbaliza en sororiare ‘crecer como dos hermanas’, según el testimonio de Festo: sororiae mammae dicuntur puellarum, cum primum tumescunt… (FEST. p. 381, 25-32): “sororiare se dice de las mamas de las muchachas, tan pronto como se abultan…”. En esa transición de puella a mulier hemos situado el significado primario de este sustantivo (‘que alcanza la pubertad’), antes de deducir el etimológico de los dos elementos que componen la palabra: ‘que activa las mamas’. Las traducciones del anterior texto latino y de los posteriores son de quien escribe.

    7 Los datos de Coseriu sobre el ambiente tacitista del barroco español en que debió de aparecer la locución, así como de diversas interpretaciones posteriores pueden verse en García Sánchez (2011: 51-57), quien desde el título de su trabajo manifiesta que esta es una cuestión de averiguación etimológica. Por lo demás, sangre azul no nos parece tanto un error de traducción como el efecto de la huida eufemística de un buen creyente en la sangre divina neotestamentaria.

    8 Tenida en cuenta por Meyer-Lübke (1972 § 2648: dīrĕctus / *dērĕctus).

    9 “Protorom. */de'rektu/ (‘droit’) > sard. derettu, dacoroum. derept, végl. drat, itmérid. diretto, frioul. dret, romanch. dret, afr. dreit (> fr. droit), occit. drech, cat. dret, esp. derecho, port. direito” (Gouvert 2015: 72).

    10 En cambio, difiere mucho lo que se deja por fideicomiso de esto que se lega en derecho directo.

    11 Asimismo, la libertad no se puede conceder de forma directa al esclavo de otro, pero se puede por fideicomiso.

    12 García-Hernández (2007a: 57-58; 2010: 43-45).

    13 Cf. el esp. med. señero (singularis) presenta una amplia documentación de formas románicas.

    14 Una mujer llevaba un hijo semejante de sí… [y dice] ni es mío ni se me asemeja.

    15 Este es Apronio al que Verres, después de haber procurado reunir a los mayores canallas de toda procedencia y haber llegado acompañado de bastantes semejantes de sí, juzgó el más semejante de sí en maldad, libertinaje y osadía en toda la provincia.

    16 García-Hernández (2007a: 107-161; 2012a: 28-35).

    17 Corominas y Pascual (1980-1991: s. vv. guarro y guarín).

    18 “Por una parte es así, por otra asá”, decía un campesino, que había perdido un puerco variopinto.

    19 García de Diego (1985: s. v. coch), Corominas y Pascual (1980-1991: s. v. cochino), DLE (s. v. cocho).

    20 Wartburg (1922-2022: s. v. koš).

    21 Acerca de este fenómeno plurireferencial en catalán y otras lenguas, véase Coromines (1993: s. v. gos), que sigue ateniéndose al susodicho origen onomatopéyico.

    22 García-Hernández (2013b: 51-59; 2013c: 172-176).

    23 A propósito de las numerosas variantes románicas con la forma co/usc-, téngase en cuenta que el latín ya disponía de coscus con las referencias de ‘cochinilla’, insecto y agalla. Probablemente, se trata de una palabra prerromana de la que proceden por asimilación el lat. coccum, el gr. κόκκος y por derivación cusculium ‘coscojo’ (García-Hernández 2014: 274-285).

    24 Sobre la atestiguación de sus variantes y derivados en latín y griego, remitimos a Potthoff (1992: 116-120) y Cavalca (2001: 89-91).

    25 P. ej., del Meyer-Lübke 1972. Tampoco hay referencia románica alguna en las tres entradas del TLL. s. vv. gausapatus, gausape, gausapinus.

    26 García-Hernández (2006: 280-288; 2012b: 671-677; 2012c: 44-57).

    27 García-Hernández 2016: 148-154. Por su trascendencia románica, *guappus (> guapo) es un adjetivo de belleza que convendrá unir a bellus y formosus, de los que se ocupa Coseriu (2008: 121-123). En parte vino a relevar a pulcher que no tuvo continuidad en romance.

    28 La evolución semasiológica del étimo latino de guapo no deja de ser comparable con la de chulo, procedente del it. ciullo, acortamiento de fanciullo ‘ragazzo’, como chico de muchachico (García Sánchez 2018: 175-177). En su cuarta acepción académica chulo ha asumido en países de Centroamérica el valor de ‘guapo, bien parecido’ y en la quinta, como madrileñismo, el de ‘que afecta guapeza en el traje y en el modo de conducirse’ (DLE s. v.). Por si hubiera alguna duda, ahí está el derivado chulapo por corte sufijal de guapo.