López Serena, Araceli: La lingüística como ciencia humana. Una incursión desde la filosofía de la ciencia. Madrid : ArcoLibros (Biblioteca Philologica), 2019. 316 p. ISBN 978-84-7635-989-1.


La autora del libro que reseñamos —Araceli López Serena—, en un texto anterior, dejaba constancia de la escasez dentro de la ciencia lingüística de « consideraciones metateóricas o epistemológicas sobre los fundamentos científicos del quehacer propio de nuestra disciplina, esto es, la confrontación reflexiva y la toma de postura explícita con respecto a cuestiones como qué tipo de ciencia es la lingüística, cuál es la naturaleza propia de su objeto de estudio y, en consecuencia, de qué manera es posible y/o lícito acceder a su conocimiento, etc. » 1 La autora sostiene que, por lo general, los lingüistas raramente se cuestionan los fundamentos epistemológicos de las teorías con las que trabajan. Y, lo que es peor aún, cuando se da al fin esa reflexión epistemológica en la lingüística, destaca una tendencia a imitar a las ciencias naturales en sus principios y métodos, ignorando los propios de las ciencias sociales (a las que también se denomina ciencias humanas).

Bien podría decirse que esta obra de López Serena viene precisamente a poner remedio a esa carencia, pues, tal y como se indica en la introducción, constituye « una aproximación de conjunto al problema de la fundamentación científica de la lingüística » (7). De manera que aporta respuestas a los interrogantes arriba expuestos, pero, además, se posiciona del lado de una perspectiva concreta dentro de la filosofía de la ciencia: la hermenéutica. En nuestra opinión, esto la convierte en un referente para los investigadores en lingüística, en especial, para aquellos que comienzan su labor científica. Asimismo, va a interesar a los filósofos de la ciencia que quieran ampliar su campo de visión más allá de las ciencias naturales, con el estudio de las ciencias sociales.

Frente al monismo metodológico —por el cual el método de las ciencias naturales tiende a imponerse—, esta obra aboga claramente por una diferenciación entre ciencias naturales y humanas, dotando a estas últimas de un espacio propio en la medida en que se desestime el método científico de las ciencias naturales como el único propiamente dicho y que se le reconozca a las ciencias humanas su propia forma de acercarse a su objeto de estudio (de manera que, si se nos permite la expresión, alcancen en términos

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kantianos su mayoría de edad). Pues, como explica López Serena, la diferente naturaleza de los distintos objetos de estudio requiere diferentes maneras de abordarlos.  

Este libro nace de la suma de una serie de trabajos anteriores, que han sido modificados y/o ampliados respecto a sus publicaciones originales y puestos en común para facilitar su seguimiento. En cuanto al contenido, está estructurado en dos partes, una primera parte que contiene la fundamentación teórica con tres capítulos y una segunda parte práctica con cinco capítulos.

En el capítulo uno, se abordan cuestiones fundamentales en relación con la filosofía de la ciencia y con la filosofía de la ciencia lingüística. Así, « La filosofía de la lingüística como filosofía de la ciencia hermenéutica » arranca con la definición de la filosofía de la ciencia—también denominada epistemología y metateoría —como la rama de la filosofía que se ocupa del estudio sobre el quehacer y el conocimiento científicos. Por otra parte, se distinguen tres niveles de saber 2: el nivel 0 de carácter competencial y consistente en saber hacer una actividad; el nivel 1 de carácter científico y consistente en teorizar sobre esa actividad; y, por último, el nivel 2 que es metateórico y que consiste en la fundamentación teórica del nivel anterior. Partiendo de esta división, la lingüística —al igual que el resto de las ciencias— se corresponde con el nivel 1 y la filosofía de la ciencia lingüística con el 2. El mayor problema de esta es que suele confundirse con la filosofía del lenguaje —rama de la filosofía que aborda las relaciones entre lenguaje, conocimiento y realidad —y con la filosofía lingüística— corriente filosófica heredera del pensamiento de Wittgenstein y relacionada con la pragmática lingüística—.

En cuanto a la reivindicación de la lingüística como ciencia humana, esta se fundamenta en la distinción popperiana de los tres mundos 3 (físico, mental y social) y en la asignación a cada uno de ellos por parte de Esa Itkonen de una metodología particular (observación, introspección e intuición). Según la perspectiva hermenéutica, a la lingüística, por tratarse de una ciencia cuyo objeto de estudio pertenece al mundo social, le corresponde el método de la intuición. En la actividad de la ciencia lingüística, el investigador estudia el lenguaje siendo él mismo hablante de, al menos, una lengua, de la cual no puede desprenderse para llevar a cabo su labor. De ahí que se sostenga que la

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lingüística parte del saber originario e intuitivo acerca del lenguaje como actividad libre del hombre.

En el capítulo dos, « Eugenio Coseriu y Esa Itkonen frente a frente. Lecciones de filosofía de la lingüística », se concreta la afiliación de este libro y de su autora a la ciencia de la filosofía hermenéutica al exponerse las posturas de Coseriu4 e Itkonen 5. Ambos autores son exponentes de la corriente hermenéutica y, en el debate entre las posturas naturalista y culturalista acerca de la naturaleza del lenguaje, se posicionan frente a los generativistas para defender que el lenguaje no es una realidad mental, sino social. De hecho, la crítica de Coseriu a Chomsky va más allá de los contenidos concretos de la Gramática Universal, pues ataca directamente a su concepción del lenguaje como realidad mental y considera errónea su elección metodológica al constreñir el lenguaje según unos parámetros que no le corresponden. En cambio, tanto Itkonen como Coseriu —y con ellos López Serena— coinciden en que lo prioritario ha de ser siempre el objeto de la investigación y que el método debe ajustarse a este y no al revés.

En la diferenciación epistemológica entre ciencias naturales y ciencias sociales también se contraponen los principios de causalidad y necesidad, propios de las primeras, con el principio de finalidad y el libre albedrío, que, a su vez, son característicos de las segundas. Esto es esencial, sobre todo, para determinar qué clase de explicación le corresponderá a una ciencia en cuestión (causalista para las naturales y finalista para las humanas) y, en segundo lugar, para comprender qué papel pueden jugar los contraejemplos en una ciencia determinada, que en el caso de la lingüística es nulo. Y es que los hablantes de una lengua pueden libremente incumplir normas sin que estas queden refutadas.

El capítulo 3, « La interrelación entre lingüística y filosofía en el pensamiento de Eugenio Coseriu », se centra en la estrecha relación existente entre filosofía y lingüística, hasta el punto de que, para Coseriu, la pretensión de autonomía de la segunda con respecto a la primera constituye un contrasentido. Según denuncia este autor, la consecuencia de que muchos lingüistas recelen de la filosofía es que algunas cuestiones básicas ya superadas por los filósofos tengan que volver a ser planteadas como si fueran de actualidad cuando no lo son.

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En definitiva, el pensamiento de Coseriu representa un claro referente para la filosofía de la lingüística. Sin embargo, no es tarea fácil la de formarse una panorámica general de sus convicciones epistemológicas acerca de la lingüística, sino que es necesario rastrearlas a lo largo de toda su obra. A este respecto, López Serena nos presenta las principales claves para entender la particularidad de su pensamiento, que son las siguientes: por una parte, la doble dimensión filosófica y lingüística con la que abordó el estudio del lenguaje; y, por otra parte, su afán —e, incluso, obstinación— por la diferenciación terminológica, que podría parecer caprichosa pero que no lo es en absoluto porque la falta de un marco conceptual claro provoca muchos malentendidos (como el ya comentado entre filosofía del lenguaje, filosofía lingüística y filosofía de la lingüística). Además, esto último tiene que ver con el interés de Coseriu por la legitimación científica de la lingüística, lo cual le corresponde precisamente a la filosofía de la lingüística.

Para terminar, dos ejemplos de la indisolubilidad entre filosofía y lingüística en Coseriu son sus trabajos Sincronía, diacronía e historia 6 y Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje7, los cuales son comentados por López Serena. En el primero, el problema del cambio lingüístico es abordado partiendo de la filosofía de la lingüística. Y, en el segundo, la disociación entre fonética y fonología —sostenida por el estructuralismo, tanto europeo como norteamericano— es cuestionada a tenor de consideraciones epistemológicas.

Con el capítulo 4, « La tensión entre Teoría y Norma en la Nueva Gramática de la Lengua Española. Una falsa disyuntiva epistemológica »8, se entra de lleno en la segunda parte del libro, donde se van a poner a prueba los planteamientos de Coseriu e Itkonen en debates lingüísticos actuales. En concreto, este capítulo y el siguiente tratan cuestiones en relación con la sincronía, mientras que los tres últimos se dedican a la diacronía.

Según López Serena, en la NGLE se establece una oposición entre juicios de corrección —entendiendo lo correcto en términos de adecuación a la norma ejemplar— y juicios de gramaticalidad —tomando lo gramatical como lo aceptable por parte de los hablantes nativos—, la cual responde a una concreta pero irreflexiva elección epistemológica hacia postulados afines a los generativistas. Esto nos da un ejemplo de lo

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problemático de rehuir la reflexión epistemológica en el quehacer científico. A lo que hay que sumar un conflicto terminológico en relación con el concepto de norma, ya que cabe plantear la siguiente consideración: que estemos ante dos nociones independientes del término como resultado de una homonimia —la de norma 1 como regla (norma prescriptiva) y norma 2 como hábito (norma consuetudinaria)—; o que, en cambio, no tengamos más que una noción de norma, pero con doble acepción. Desde este enfoque polisémico, la tensión entre norma y teoría carece de sentido y lo mismo ocurre con la tensión entre prescripción y descripción. De hecho, López Serena había asumido ya como punto de partida de este cuarto capítulo el carácter normativo y no meramente descriptivo del lenguaje. Este claro posicionamiento de nuestra autora se debe a una asunción epistemológica previa, la caracterización del lenguaje como objeto cultural y, en directa consonancia con esto, la determinación de que el método propio de la lingüística no es la observación, sino la intuición.

En el capítulo 5, « Empiricidad y análisis del discurso. El estatus epistemológico de la lingüística de la (des)cortesía y de los sistemas de unidades de análisis del discurso », se introduce el concepto de empiricidad —de especial relevancia para la epistemología— con la intención de cuestionar si el estudio de la (des)cortesía verbal se puede considerar empírico en el mismo sentido de las ciencias naturales. El problema de esta cuestión es que lo empírico ha llegado a identificarse con lo científico, de manera que eso ha servido para poner otra vez en cuestión la cientificidad de las ciencias sociales y, en concreto, de la lingüística. La respuesta dada en el libro que reseñamos es que: « de manera muy general, […] cabría decir que los estudios de (des)cortesía en particular, y los de pragmática en general son empíricos » (164-165). Pero, como se aclara más adelante, no del mismo modo en que lo son las ciencias naturales. Incluso, se argumenta a favor de una mayor cientificidad de la lingüística debido al superior grado de certeza que permite alcanzar por no estar afectada por las ocurrencias espaciotemporales.

Parece que la pretensión de emulación de las ciencias sociales respecto a los estándares de cientificidad de las ciencias naturales podría ser superada por fin bajo la luz de los fundamentos epistemológicos señalados. Sin embargo, desde enfoques evolucionistas de corte naturalista se pretende explicar la evolución de las lenguas partiendo de conceptos y mecanismos de la biología. Por el contrario, López Serena insiste en la importancia de supeditar siempre la metodología a la naturaleza del objeto de estudio que, en el caso de la lingüística, pertenece al mundo de los hechos sociales. Y,

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así, en el capítulo 6, « De la selección natural a la explicación racional en la aprehensión epistemológica del cambio lingüístico », se aboga en favor de la explicación racional en la concepción de los mecanismos que dan lugar al cambio lingüístico, dejando así al margen la analogía con los mecanismos propuestos por la teoría de la selección natural. La ventaja aportada por la explicación racional —presente también en el capítulo 7, « La conformación diacrónica de marcadores del discurso: teoría de la gramaticalización y explicación racional », para las investigaciones en marcadores discursivos— tiene que ver con el conocimiento de agente, que, frente al conocimiento de observador de las ciencias naturales, es el propio de las ciencias humanas. Para exponerlo de forma breve, podríamos comentar que se trata de explicaciones de tipo finalista basadas en la relación entre un fin y un medio para alcanzar dicho fin. En concreto, se reconoce la creencia de un agente de que el medio X va a servirle para lograr el fin Y. Esto resulta muy adecuado a la hora de dar razón de las acciones humanas — incluidas las interacciones comunicativas— en tanto y en cuanto no se hallan sometidas ni al determinismo ni al principio de causalidad de las ciencias naturales, sino que pertenecen al ámbito del libre albedrío. De ahí, la posibilidad que tenemos los seres humanos de infringir voluntariamente las normas sociales —como, por ejemplo, las reglas gramaticales— frente a la inviolabilidad de las leyes naturales.

El concepto de conocimiento de agente, donde el ser humano juega al mismo tiempo los papeles de sujeto y objeto de la investigación, se retoma en el capítulo 8. Bajo el título de « Conocimiento de agente, teoría y datos en historia de la lengua. Las hipótesis sobre la gramaticalización del por cierto epistémico en español a la luz de la filosofía de la lingüística », López Serena nos presenta dos hipótesis que tratan de explicar el cambio en el uso del mencionado marcador para determinar, desde la filosofía de la lingüística, cuál de las dos es mejor epistemológicamente hablando, esto es, cuál es la más intuitiva. Entre la hipótesis de Silvia Iglesias Recuero9 y la de María Estellés Arguedas10 es la de la primera la que, al adoptar un enfoque hermenéutico, resulta más convincente a nivel metateórico en la medida en que Iglesias, a diferencia de Estellés, no rechaza el uso de la empatía o del conocimiento de agente en su explicación.

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La falta de interés hacia la fundamentación epistemológica en la investigación lingüística es lo que ha llevado y sigue llevando a muchos lingüistas a adoptar tanto el método como los parámetros de las ciencias naturales con la intención de alcanzar así sus estándares de cientificidad. Lamentablemente, sucede aún hoy en día con demasiada frecuencia que, al hablar de filosofía de la ciencia, se haga solo referencia a las ciencias naturales, obviando a las ciencias humanas. Por fortuna, para contrarrestar esta tendencia, el libro de López Serena nos aporta las claves para: primero, entender la lingüística como ciencia humana, atendiendo a la ontología social del lenguaje; y segundo, establecer las bases metateóricas para la investigación científica acerca del lenguaje, partiendo, para ello, de la filosofía de la lingüística entendida como filosofía de la ciencia hermenéutica. No obstante, consideramos que no podemos quedarnos solamente en enseñar a los futuros lectores las virtudes de la obra reseñada, sino que, asimismo, debemos hacerles partícipes de algunas puntualizaciones que, bajo nuestro punto de vista, se le pueden hacer y que, a su vez, también responden a un determinado posicionamiento epistemológico de quien firma la presente reseña.

La primera puntualización está relacionada con la teoría de los mundos de Popper y solo es indirectamente achacable a la autora, pues esta recoge la propuesta de Esa Itkonen de atribuir un método propio a cada uno de los mundos marcados por Popper. En concreto, el problema reside en que Itkonen, al igual que López Serena, hace una interpretación muy libre del mundo tres. Respecto a dicho mundo afirma que se trata del mundo de las normas, conceptos y hechos sociales, mientras que Popper se refería en general a los productos de la mente humana (individual), donde destaca el conocimiento objetivo y las conjeturas y teorías científicas, pero donde también se encuentran productos de la cultura, del arte, de la ingeniería, etc., tanto inmateriales como materiales como, por ejemplo, los mitos y cuentos, las canciones o las pinturas, e, incluso, los aviones11. En consecuencia, la visión del mundo tres sufre una simplificación bajo las concepciones de Itkonen y de López Serena que, creemos, no se corresponden con el planteamiento original de Popper.

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En segundo lugar, siguiendo con la propuesta de Itkonen de dotar a cada mundo popperiano de una metodología, consideramos que la simplificación con la que define al mundo tres se extiende a la propia clasificación que hace a la hora de asignar un método a cada mundo. Desde luego, se trata de algo muy útil y práctico el hecho de designar un método propio a cada mundo popperiano, esto es, a cada ámbito de investigación, pero, al mismo tiempo, eso abre la puerta a la simplificación. Aunque quepa la posibilidad de establecer una relación de preferencia entre un ámbito de investigación y un método, no podemos dejar de ver la complejidad que requiere la construcción de teorías para cualquier ciencia, sea natural, mental o humana o, expresado en términos popperianos, del mundo uno, del dos o del tres. Así pues, por poner un ejemplo, es posible afirmar que en las ciencias naturales destaca la observación y la experimentación, pero no es menos verdad que también requieren de cálculo y que inclusive en ellas, al menos en ciertos momentos de la teorización, la intuición puede jugar un papel nada despreciable.

Por último, otra observación que consideramos apropiada hace referencia a dos ejemplos que utiliza Itkonen —y que López Serena adopta— para explicar por qué las ciencias naturales están en desventaja frente a las ciencias humanas en la medida en que, como ya apuntábamos, los contraejemplos solo afectan a las primeras. El primero de estos dos ejemplos es que la afirmación « Todos los cuervos son negros » quedaría refutada ante la observación de un cuervo blanco. Se trata de una reformulación lógica de la paradoja de la inducción de Hume propuesta por Carl Hempel en los años 40 y que viene a decir que los científicos, al no haber observado hasta el momento ningún cuervo que no sea negro, llegan a la conclusión de forma inductiva (por acumulación de observaciones) de que « Para todo x, si x es cuervo entonces x es negro ». De esa manera, cada vez que alguien observa un cuervo negro confirma la verdad de esta proposición, pero, y ahí está el problema, como esta proposición es equivalente lógicamente a « Para todo x, si x no es negro entonces x no es un cuervo », cada vez que alguien observa una rosa roja o un cisne blanco también estaría confirmando que todos los cuervos son negros. En definitiva, este ejemplo no es tan relevante para la biología como lo es para la lógica y la filosofía de la ciencia. Pues, además de lo ya apuntado, hay que tener en cuenta que para los biólogos el color de los animales no es el aspecto más definitorio para su clasificación. Ya se dio el caso del descubrimiento de cisnes negros en Australia y lo que implicó esto no fue tanto la refutación de la afirmación « Todos los cisnes son blancos » sino la necesidad de hablar de una nueva especie dentro del género Cygnus.

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Y el segundo ejemplo es relativo a la ley de la gravedad. Aquí tanto Itkonen como López Serena sostienen que, como pasaba en el caso anterior, la ley de la gravitación universal quedaría refutada ante un contraejemplo. La puntualización que consideramos necesario hacer respecto a este punto tiene que ver con los tipos de leyes que podemos encontrarnos en ciencia y a qué tipo de ley pertenece en concreto la ley de la gravedad. Las leyes de tipo estadístico sí pueden ser refutadas con contraejemplos, mientras que, en cambio, las leyes en sensu estricto, como es el caso de la ley de la gravedad, no se ven afectadas por estos. De hecho, la manera de actuar de los científicos al encontrarse ante observaciones que parecen refutar leyes fundamentales de la física, por ejemplo, es haciendo, en primer lugar, una comprobación de las herramientas utilizadas, de las circunstancias en las que tal o tales observaciones tuvieron lugar, etc. Y es que no es tan fácil echar abajo el trabajo científico —y el producto de ese trabajo, esto es, las teorías científicas— relevante por años e, incluso, siglos debido a un solo contraejemplo.

Estas puntualizaciones no restan en absoluto validez a la reivindicación de la lingüística como ciencia humana con una metodología propia. Así pues, el balance es tremendamente positivo ya que es una obra de fácil lectura y el uso de esquemas y cuadros ayuda mucho a su compresión. Además, estos se van repitiendo a medida que es necesario volver a ellos para que la lectura sea más fluida. Y, en definitiva, es una obra muy recomendable que deja al lector con ganas de profundizar en las muchas cuestiones abordadas, las cuales no ha sido posible plasmar en su totalidad en esta breve reseña.

Ana Gutiérrez Muñoz de la Torre, Universidad de Sevilla

 

 

 



1 López Serena, Araceli (2010): De la lingüística a la filosofía del lenguaje y de la lingüística y/o viceversa. En torno a Antonio Domínguez Rey (2009): Lingüística y fenomenología (Fundamento Poético del Lenguaje), Madrid: Verbum, en: Energeia: Revista en línea de lingüística, filosofía del lenguaje e historia de la lingüística II, 73-84.

2 Díez, José Antonio y Carlos Ulises Moulines (1999): Fundamentos de filosofía de la ciencia, Barcelona: Ariel.

3 Popper, Karl (1972): Objective knowledge: an evolutionary approach. Oxford: Oxford University Press.

4 Coseriu, Eugenio (1981): Lecciones de lingüística general. Madrid: Gredos.

5 Itkonen, Esa (2003 /2008): ¿Qué es el lenguaje? Introducción a la Filosofía de la Lingüística. Madrid: Biblioteca Nueva (introducción, versión española y notas de Araceli López Serena a partir del original What is Language? A Study in the Philosophy of Linguistics. Turku: University of Turku, 2003).

6 Coseriu, Eugenio (1958 [1988]): Sincronía, diacronía e historia. El problema del cambio lingüístico. Madrid: Gredos.

7 Coseriu, Eugenio (1954 [1973]): « Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje  », en Eugenio Coseriu (ed.): Teoría del lenguaje y lingüística general. Cinco estudios. Madrid: Gredos, 115-234.

8 Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española (2009): Nueva gramática de la lengua española. Madrid: Espasa, 2 vols.

9 Iglesias Recuero, Silvia (2015): « Sintaxis, texto y discurso: la historia de por cierto », en Margarita Borreguero Zuloaga y Sonia Gómez-Jordana Ferray (eds.): Marqueurs de discours dans les langues romanes: une aproche contrastive. Limoges: Lambert Lucas, 277-315.

10 Estellés Arguedas, María (2006): « En torno a la evolución del marcador por cierto: una aproximación pragmática  », en Milka Villayandre Llamazares (ed.), Actas del XXXV Simposio Internacional de la Sociedad Española de Lingüística. León: Departamento de Filología Hispánica y Clásica de la Universidad de León, 486-503 [en línea]

11 « By world 3 I mean the world of the products of the human mind, such as languages; tales and stories and religious myths; scientific conjectures or theories, and mathematical constructions; songs and symphonies; paintings and sculptures. But also aeroplanes and airports and other feats of engineering”  » (Popper, Karl (1978): Three Worlds. The Tanner lecture on Human Values. Delivered at The University of Michigan, April 7, 1978 [en línea] ).